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El maestro y el Camino I.

 —Querido maestro —expuso una duda el discípulo—: en mi camino espiritual, yo sé con quién voy, pero no se todavía a dónde voy.

—Amado discípulo —dijo el maestro—: es porque todavía no has hecho las preguntas correctas.

—Las preguntas correctas? —indagó el discípulo.

—Exacto! —afirmó el maestro. Deberías contestarte a ti mismo las tres preguntas existenciales básicas:

—Quién soy?

—A dónde voy.

—Con quién voy.

«Pero en ese orden.

«Ese orden te libera del peligro de ir con alguien que no sabe a dónde va o, de definirte a ti mismo a partir de con quién estás. Y tu camino no lo puedes decidir si no sabes quién eres.

«Por la mañana deberías de hacerte la pregunta: Quién soy?

«Cuando el aire es fresco en ese tiempo, y las flores empiezan su despertar, deberías acompañarlas a ese nacimiento, regado por el rocío de la noche, de una noche anterior que ha sido el regalo de otros días ya vividos.

«Saber quién es implica en ser verdadero, aceptar con coraje la verdad tal y como ella es, sin mentiras ni engaños, sin expectativas, mirar con tus propios ojos, no con aquellos que piden o necesitan aprobación, amar con tu propio corazón, no con el amor que imaginas que el otro quiere o necesite y corriendo los riesgos de dejar ir, pero que, quedando, lo hacen porque así lo desean.

«Por la tarde deberías hacerte la pregunta: A dónde voy?

«Cuál es mi camino, ahora que ya se quién soy? El viento de la primavera esparce las semillas para las nuevas flores del mañana. Deberías seguir ese mismo viento, porque ya sabiendo quién eres, no te dejas más guiar por las suaves brisas que, muchas veces, son el prenuncio de un terral. Has escogido tu camino en base de la verdad que dicta tu corazón y la coherencia interior te fortalece.

«Por la noche deberías de hacerte la pregunta: Con quién voy?

«Ahora que ya se quién soy, ya se a dónde voy, necesito conocer a alguien con quien ir, pero no a alguien cualquiera, sino a alguien que, como yo, ya sabe quién es y ya sabe a dónde va. Si llego a encontrar a esa persona, encontraré también la coherencia en ella, sabré sentir su despertar en las flores que acompañan la verdad de sus ojos, sabré sentir el viento que acompaña la verdad en sus palabras. Y si no llego a encontrar a nadie, todavía así mi noche será bella y si, en algún momento, llego a entristecerme, no será por no tener con quien ir, sino porque habrá alguien que, como yo, tampoco tiene con quien ir y esas dos bellezas serán aplazadas en el tiempo…