Josefina 46

CON LOS OJOS DEL ALMA

A mi dolor entregada

escuché una mañana

una voz que se me antojaba

la de Dios que en mi casa entraba.


¿Quién eres tú que me llamas,

que me llenas el alma de sentimientos

que escuchas desde muy lejos

lo que digo y lo que siento?


¡Qué importa mi nombre!

sólo te diré que soy un invidente,

que nunca vi  ni la luz primera

pero en mi interior hay suficiente

para ver la vida de otra manera.


No te sientas afligida

por la desgracia heredada

pues con lo mío comparado

te aseguro que no es nada.


Nadie te tiene que contar

las estrellas del firmamento,

ni lo que existe a tu alrededor

ni la cara de tus hijos y nietos.


Yo quisiera con mis palabras

enseñarte a ver con los ojos del alma

porque aunque no seas como los demás

¡lo qué yo daría por estar en tu lugar!


Considers con plácida armonía

y acepta resignada amiga mía

los designios del Señor

aprovechando cada segundo,

cada instante la luz del sol.


Y deja que tus ojos se llenen

de blancas nubes, cielo y mar,

de los colores de tu paleta

mezclados para pintar.


Yo desde mi oscuro caminar

veo el mundo maravilloso

y doy gracias a Dios

por hacerlo tan hermoso.


Fina