santos castro checa

El ΓΊltimo poeta

 

Se marchó, el poeta, de los alegóricos escenarios

de la vida,

triste,

hacía los olimpos, hacía las estrellas,

hacía la luz de adargas recias.

Grecas de hados níveos le rodeaban

 en el bizarro esplendor   

de sus ojos subyugados en la noche…

cubríanle al pasar parcas flores marchitadas…

 

Se marchó ¡ilusionadamente, el soñador!

en la procesión infinita de místicas luciérnagas,

gitanillas ¡imberbes, alucinantes, extasiadoras!

¡Como inescrutables prismas¡ ¡ah! misterios de la noche...

hechizos de los secos bosques en las magras horas,

de los sueños escondidos…

Le acompañaron,

al portal de las nirvanas,

el recitar de adioses negros…

 

Se fue, el cantor, vestido de nostalgia,

cuando los bufones despertando  nocturnas risotadas,

iban preguntando por las masas de trigo,

por los fermentados aromas de los panes en los hornos

extasiarense con  dulzura avinagrados paladares…

 

Se fue el cantor,  acariciando los rugosos rostros,

de surcos desventurados por el tiempo,

en las páginas  tristes de vetusto calendario,

impregnaronle las huellas de alegrías y tristezas,

de risas y de llantos,

de éxitos y fracasos;

de amores que besaren a la gloria,

y desilusiones en la tumba reposando.

 

Se fue nostálgico, el cantor,  cual marchita flor

en ruinas, al reverberar a las golondrinas

camufladas de alquimias,

que al azul iban besando...

Y, en la tarde, a las cometas,

con un mensaje al sempiterno de las manos tiernas

de los niños ¡Te amo, Dios mío eterno!

Oraciones trémulas en falaz tarde

de los vuelos negros de las golondrinas,

de los llantos tiernos de los niños,

de los labios muertos del poeta…

 

Y, en el sabor amargo de sus días, evocación sublime

a su alma, a sus  fábulas y a sus duendes…

Ya sus grillos, con su estridente batahola

en las negras noches ¡oh! rompían los silencios…

 

Navegante de ficción, viajero de los sueños,

de las bodas blancas,

de los obnubilados misterios,

de lo incógnito de tus lejanos mares,

de tus montañas grises,

de tus caminos de piedra,

de tus versos al viento con néctares de fresa,

de tus frescas rosas con bálsamo de gloria,

de tus panales silvestres con deleite a beso,

de  los sueños blancos,

de las negras pesadillas…

 

Aniquilado por la soledad, hermano,

volaste entre las sombras, 

como mítica plegaria, que al cenit del Supremo

te marchaste libre y, tus tiernas lágrimas,

como matinal rocío, empapó edenes,

de magnánimas beldades…

 

Hoy, en el umbral de la eternidad, en  la mansión de las primicias,

ríes y lloras,  cual niño  recobrando la esperanza:

Portan en sus almas del redentor los clavos ¡los ángeles en coro!

que a tus lágrimas enjugan;

y en tus ansias de vuelo hacia los eternos cielos,

en tu fatal huida  del abismo,

hacia el resplandor de los eternos,

más allá de lo desconocido,

encontraste al fin lo que perdiste,

en tu viajar intenso…la paz soñada...

Autor: Santos Castro Checa

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