Raúl Daniel

Mi Destino

Yo tengo un destino que cumplir,

un plan divino...

y ya está la pira preparada,

ya surcan por el aire las antorchas,

ya me abren las puertas a La Nada.

 

Tuve que trepar por la escalera

que se tiende en la montaña,

y, las tormentas que al hacerlo me azotaron,

templaron el acero de mi alma...

cuando llegué, tristemente, comprendí

el gran secreto: “En la cumbre no hay nada,

y solamente acompaña el silbido de los vientos”,

pero es bueno el panorama...

desde allí se ve, se aprecian, lo correcto y las fallas.

 

Todo fenece, y, aunque pareciera lo contrario,

nada cambia, enormes fuerzas,

procurando siempre lo suyo,

aseguran la vigencia del “status quo”.

 

Tuve que bajar; el frío, el hambre,

no sólo templan profetas,

también los hacen ir a las ciudades.

 

Yo soy de carne,

a mi espíritu, Dios lo alimenta,

y toda alma tiene sed de novedades...

pero la carne es siempre igual,

carne con carne,

en un cíclico ritual que nunca acaba.

 

Todo es comercio, todo está en venta:

puestos por leyes, favor por granos,

besos por pesos,

y, en el mercado no existen precios,

¡todo depende de la demanda!

 

Si quieres que algo sea barato,

no lo procures, ¡que te lo ofrezcan!

y no te apures...

¡que se sometan y se envilezcan!

 

Aprendí las lecciones una a una,

otorgando concesiones, (las lecciones cuestan),

tuve que perder el honor y la vergüenza,

(si eres delicado, nadie te enseña).

Madurar hasta pudrirse... ¡esa es la meta!

(Gracias a Dios que existe la muerte,

¡el más justo y feliz ajuste de cuentas!)

 

En la puerta de mi casa

hay un cartel que dice “Maestro”...

(Hoy estuve pensando en dejarme la barba...

¡ya no soporto mirarme en el espejo!)