Jhonnatan3

LA PESTILENCIA NEGRA

Jonathan Álvarez González

 

 

En el siglo XIII y a mediados del siglo XIV se presentaron tiempos tempestuosos, distintos a muchos otros, en estos relampagueaban, tronaban y los vientos cambiaban constantemente, la brisa se agolpaba contra los árboles, se desclavaban los tejados de los hogares, se arqueaban los metales, crujían los maderos, se demolían los postes de luz, la lluvia inundaba los sembrados junto con su casas, había muerte y destrucción por doquier. La tranquilidad de los habitantes del continente asiático y europeo se perdía en medio de la lluvia intensa y hedor naciente, que envolvía a la población sin hallar una salida.

Iztel kentoski trató de despertarse.

Un sueño incipiente lo atormentaba. Hasta que llegó el momento que la terrible tormenta hizo que él saliera de un aterrador mundo irracional y desconocido por la humanidad.

Kentoski aturdido miró el Reloj. Era la 1:35. Sólo llevaba en cama 35 minutos. Oyó un sonido que provenía de una repisa del prestigioso hotel de Londres. En esté él se estaba albergando. Era un sonido familiar y débil. A Tientas encendió la lámpara para ir en busca del teléfono.

Somnoliento, Kentoski descolgó el teléfono.

-¡diga! –Dijo kentoski con indignación e incredulidad.

Iztel kentoski – Le habla el recepcionista – Espero no haberle levantado. Señor lo está buscando un hombre que se hace llamar Kristoff Rilyeth. Y dice que le urge hablar con usted. – Lo lamento pero en estos momentos no tengo disposición y me siento súbitamente cansado. Colgando el teléfono.

Nuevamente el recepcionista.

- Señor Kentoski, el hombre va hacia su habitación. Me pareció conveniente advertirle. – Kentoski frunció el ceño y colgó el teléfono con furor. Se sentó en la cama, frente a él se encontraba una  prestigiosa pintura de un reconocido pintor alemán del siglo VI. (La cual le causo mucha intriga por la profecía que esta predecía). – Kristoff muy a prisa subió las escaleras, en unos pocos minutos llega al cuarto de Kentoski y arremete contra la puerta en repetidas ocasiones, dándole pequeños golpes. – un poco iracundo abre la puerta. Encuentra un hombre de origen al parecer Italiano, robusto, barbiespeso, su edad oscilaba entre los 40 y 50 años, facciones bastante rústicas, tonalidad  de piel blanca, ojos negros y mirada misteriosa. Que al detenerse a observarlo causaba cierto nerviosismo. Aun así su sonrisa reflejaba que no era un hombre al que se le debía temer - ¿Quién es usted? – Lamento haberle levantado señor. Eso es algo que ahora no importa. Me han ordenado ir en busca de usted. - ¿Qué diablos está pasando? (kentoski  ya se encontraba frenético). Señor me han enviado de Roma por usted para dirigirnos a Francia. (Kentoski se encontraba confundido, no hallaba explicación alguna, exaltado por todo lo que estaba sucediendo entra en una consternación absoluta).

- Señor Kristoff me perdonará si soy un poco tosco, pero ¿qué es todo esto?, me parece una falta de respeto que usted venga acá sin identificarse, a más de media noche burlando a toda persona que se le aparece en su camino, exijo una explicación. No podemos retardarnos más, ahora mismo hay que salir de aquí, la  carroza que nos ha de llevar, la ha enviado el Rey II como medio de trasporte hasta que salgamos del Reino Unido, nos esperado para salir inmediatamente, para llegar a la costa porque el barco ya va zarpar. Cuando lleguemos a Francia se dará cuenta con qué fin solicita sus servicios el rey. -¿Qué es esto, qué ha pasado? Yo no soy la persona indicada para responder esa pregunta. Póngase su traje  señor, salimos ahora mismo. (Kentoski no asemejaba nada de lo que estaba sucediendo. Por un instante  llegó a pensar si lo que estaba aconteciendo podía cambiar el rumbo de su destino, pero como era de saberse no hallaba la más mínima explicación). Rápidamente se cambia de indumentaria (colocándose un amplio sombrero de terciopelo y capa de brocado[1] de color negra con pieles blancas) sale enseguida con el hombre. Emprendiendo un moroso viaje lleno de dificultades, recorriendo por los caminos de los peores enemigos de todos los habitantes y hasta ahora  conocidos por Kentoski. Los temidos bárbaros que despojaban de sus propiedades a toda persona sin importar quien fuese.

La lluvia golpeaba fuerte mente la ventana durante el viaje. La noche estaba tenue, triste y desolada, como muy pocas veces se había visto; al pasar por la plaza vieron la grandiosa Torre de Londres, la cual tenía una estupenda historia. Ahora se perdía en medio de las ruinas gracias al descontento clima que abrazaba la población.

Kentoski se hallaba pensativo, un poco atemorizado y con total desconfianza por aquel hombre que no había querido hablarle de nada de lo que estaba pasando. Había algo más aún que él no dejaba de pensar. Sus sentimientos se hallaban decaídos y fruncidos porque no hace mucho la mujer de su vida había muerto terriblemente, a causa de una desconocida enfermedad en la que él no pudo ejecutar todos sus conocimientos. Porque la nefasta enfermedad no le dio el tiempo suficiente para realizar todo lo posible para que ella sobreviviera.

Al llegar al Puerto de Londres, abordan la Fragata[2] junto con la  tripulación que se encontraba a bordo copada de emigrantes, todos con destinos a diferentes partes del mundo. Pero el destino de los dos pioneros era particular, con un solo destino y un solo propósito.

El dirigente de popa[3] despliega las velas aprovechando el valioso viento para ir a mayor velocidad. Designa los recintos para que todos pasen la noche recubiertos y no sientan la dura brisa y la lluvia que se avecinaba. Durante el viaje kentoski y kristoff bebieron vino para bajar la amargura que se sentía en aquel lugar sin ninguna distracción, acentuaron una conversación durante el resto de la noche ya que era la mejor forma de salir del abrumador viaje. Ambos sentados en un merendero rustico y polvoriento iluminados por una vela de sebo y, a su alrededor se hallaban canastos arrumados llenos de sardinas con un olor pútrido y aves que tenían un hedor almizcle que provocaba en el ambiente una peculiaridad incesante. Fue allí la oportunidad para que kentoski decidiera hacerle un par de preguntas a su allegado. Apaciguando el tiempo perpetuo. – Estamos ya cumpliendo la voluntad del Rey, no hay marcha atrás, ahora quisiera saber ¿qué es lo que está pasando? Y ¿por qué son tan importantes mis servicios? Señor kentoski el rey me dio la orden de llegar hasta usted y traerlo así fuese contra su voluntad, y me ordeno que  no le enunciara nada de lo que estaba pasando, pero usted ha sido bueno conmigo. Vea, todo ha ido trascurriendo muy lentamente, los habitantes de diferente países como India, Mongolia, Venecia, Italia, China, Francia están fundidos bajo los gérmenes y a menudo se va propagando por donde halla vida. Sean enfrentado a un enemigo inesperado, que  han combatido ya por varios años. Una terrible guerra que no ha querido sucumbir devastando con todo lo que se ha atravesado por su camino sin dejar rastro alguno, es una lucha contra una guerra bacteriana que a infundado terror, muerte y pestilencia. – Señor usted ha sido electo por el Rey II y el padre Amiel por ser un prestigio médico, por lo cual quieren que lleve la tarea de la cura de esta vasta enfermedad infecciosa que amenaza con el exterminio de la razas. (Kentoski no argumentado nada, apenas quedo estupefacto por el tedioso aire y por aquel testimonio) – Es una gran responsabilidad a la que se va enfrentar señor. No entiendo porque usted ahora viene a enterarse de tal embarazo inconveniente mortal que se presentaba a nivel global. – kristoff lo que ha pasado es que he dejado a un lado la medina y no me he encontrado en disposición ya que he tenido ciertas calamidades las cuales no quisiera platicar, por lo cual me he cegado a lo demás.  Atónicos por lo desconocido prefieren dormir o al menos tratarían ya que en una semana se encontrarían con el  tormento de sus vidas.

 

[……]

 

Al trascurrir el tiempo. Han pasado 7 días de tétrico y frustrante viaje, la tripulación hace ya 3 días y medio que no beben ni comen nada, se sentían decaídos por la ausencia de alimento. Ya que el feudo no abastecía las necesidades primordiales para la manutención[4] de los suyos. Al llegar ya al Puerto Dunkerque en París, anclaron la Fragata para que los tripulantes que tenían cuyo destino desabordaran.

Kentoski junto con Kristoff siguieron su camino con unos comerciantes que arriaban sus mulas de carga, en sus lomos llevaban trigo, unas pocas verduras y pan. La niebla que se aparecía por el extenso camino, daba un ambiente terso y completo sosiego, pero había algo particular, había un silencio perpetuo;  las  aves no se les oía cantar; el buey mugir; el gallo cacaraquear y al caballo relinchar. En pocas palabras no se sentía un signo de vida diferente a la respiración de ellos mismos. Todo se encontraba desalojado. Algunas chozas en llamas, en otras ya había pasado la agitación del incesante fuego que amenazaba con arrasar todo a su paso. La mudez en los caminantes era perpetua. Al parecer el único en Europa que desconocía lo que estaba pasando era  Kentoski o al menos él creía eso, porque hasta los mismos comerciantes eran sabedores. Caminaron mudos durante mucho tiempo observando su horizonte que se la había perdido la belleza de los cultivos, del aroma a hierba que estimulaba la vida a los viajeros. 

 

[……]

 

Alcanzaron su destino. Kristoff llevo a kentoski al castillo del Rey II como lo había prometido. En ese lugar lo esperaba un Teólogo y Doctor llamado Melquiades; quien era el encargado de prestarle sus servicios al rey y al sacerdote de la Catedral Sicilia, pero su cargo iba hacer suplantado por Kentoski, porque la enfermedad contagiosa ya lo había invadido al respetado Melquiades, dándole así una terrible muerte. Esa misma tarde hicieron un honorable homenaje por sus servicios y dándole una publica sepultura junto con su esposa y sus tres hijos que habían muerto no hace muchas horas.

Ahora era el tiempo de que el Medico Kentoski se enfrentara a la peste. (Pensativo decido caminar por la plaza  junto con Kristoff para despejar sus mentes de tanta muerte) vieron a los flagelantes pasar por la catedral predicando la palabra de Dios, y a la vez azotándose fuertemente con látigos y listón de madera que en uno de sus extremos se encontraban unos trozos de hueso fundidos en hierro dándose golpes hasta que su curtida piel brotara sangre sin cesar. Estos creían que de ese modo Dios se iba a compadecer de ellos y les iba arrancar el karma que vivían. Se creían dotados de supremacía divina porque decían “la sangre de lo venerado es sagrada” desafiando las supersticiones del sacerdote Amiel. Kentoski hablo con varias personas sobre la peste que abrasaba la población, algunas de ellas le dijeron. “(acaecemos en hambrunas, plagas, muertes y guerras. No hallamos ¿cómo salvarnos?, ¿cómo sobrevivir? Es una locura)” – otros dijeron “(Es la venganza de dios)” – los artesanos decían que era un “(desastre biológico)”-  y el sacerdote dijo “(que era la venida de la serpiente original)”. Tras todo ese orden de escepticismo,[5] él no hallaba una respuesta concreta y discutible. Pero había algo que le decía desde muy adentro su experiencia como bacteriólogo, que podía ser el causante de todo este agobio. <> al ver su entorno se detalló,  que este  maldito prejuicio que se encontraba por doquier. En las plazas; en las casas plagadas de ácaros; las catedrales; los hospitales; alimentos pútridos; personas con fragancias nauseabundas y a queso rancio; los senderos cubiertos  de cadáveres; las aguas atestabas de basuras y excremento de rata negra que se extendía por todo el valle. Por ende eran los causantes de producir virus y bacterias… 

Kristoff llevo a Kentoski a la Morgue Sussie.

-Señor acá va hacer su lugar de investigación, podrá hacer todo lo necesario para encontrar una solución, todo lo que necesite no dude en buscarme. “(saliendo inmediatamente sin intercambiar palabra alguna)”.

Kentoski se puso a la tarea de organizar primero su laboratorio. Sin perder más tiempo se dispuso en su investigación. Mando traer diez cuerpos infectados  y un ayudante, los cuales trajeron rápidamente en una carreta impulsado por un jinete que llego gritando <> con una sonrisa malévola. Al parecer algunas personas no le tomaban tanta trascendencia al genocidio que se presentaba peso el joven médico. Al ver los cuerpos estos estaban cubiertos por una manta blanca que discurría pus, sangre y un hedor indescriptible. El medico quedo impactado por la presencia y es fetidez que estos tenían. - ¡Son mejor muertos que vivos! – Dice Ismael. El joven ayudante. - ¿por qué dice eso, acaso no se da cuenta que es una vida humana? – Sí, pero es que muertos se entierran, y los vivos se quedan propagando más esta maldita peste. Muchacho mezquino, enclenque no más intervenciones o mandaré que lo remplacen. Voy a examinar los cuerpos usted los va a ir echando a las casas de leño después de que yo le diga, marcando cada casa como M-I, M-II, M-III, M-IV, M-V…..después de que yo los observe y los habrá… ¿Está claro? Aliste la habitación para iniciar la investigación. Ismael un poco exasperado sale enseguida hacer realidad las tareas que le había asignado el médico.

Antes de empezar los previos procesos, ambos se colocaron una capa negra, un sombrero negro y, una mascarilla de estilo de pico de pájaro que llevaba adentro plantas aromatizantes para mitigar el fétido hedor que despedían estos pútridos cuerpos en descomposición. Ismael empezó a listar la habitación aglomerando las casas de leño y a los cadáveres quitándoles las mantas y colocándolos en el piso, pensó en colocar los cuerpos en forma erguida y otros en forma vertical para que el medico denotara mejor y escogiera quien sería el primer cuerpo que se exhumaría. Después, trajo una mesa rudimentaria e incontables  velas, un crucifijo, una daga, las sanguijuelas de Melquiades que había utilizado ya en otros cuerpos (Lastimosamente esté yacía ya bajo tres metros bajo tierra) mantas rojas para cubrir todo el lugar. Al llegar el medico al lugar iniciaron. Ismael coloco  en la mesa un cuerpo de una joven mujer desnuda que tenía un aspecto espantoso. Kentoski empezó muy detenidamente a observar muy bien su piel y encontró unos pronunciados tumores de color negro en los seños, en las piernas y con mucha más prolongación en su estómago. A estos ya se les había  llamo <> eran casi del tamaño de una naranja, otros más pequeños en su rostro, en sus manos, en la planta del pie y tenía inflamado los ganglios como la ingle, las axilas, el cuello. Después iniciaron con la autopsia dándole una enorme incisión en su vientre, pero al parecer todo se encontraba medianamente bien y los síntomas se presentaban externamente o al menos así lo creían. Kentoski nunca había sentido un hedor tan penetrante en sus fosas nasales que amenazaban de invadirlo por dentro “Hasta las mismas plantas que se habían colocado en sus mascarillas no fueron capaces de mitigar esa incandescente fetidez”. Al terminar con la exhumación de cadáver. Ismael la iba echando a la casa de leño y así fue con todos. Al  llegar el personal de la iglesia encargado de darle una cristiana sepultura a cada cuerpo. A estos los  echaban  en una carroza empujada por dos bueyes hasta llegar a la salida de Francia donde yacían todos los cadáveres. Y algunos infectados vivos que iban sido exiliados por su aspecto y, otros habían decidido salir de sus hogares dirigiesen a esa zona para que Dios dispusiera de ellos lo más pronto posible y les arrancase su sufrimiento. Al pasar ya 6 meses con esa misma monotonía exhumando más de MDC cadáveres encontrando los mismos tumores. El medico junto con Ismael salieron a caminar y a visitar algunos infectados para averiguar que era lo que sentían  y como era que se determinaba que eran portadores de está; sin presenciar aun algo sobresaliente de sus pellejos. Pues no hubo necesidad de salir en la fructuosa  búsqueda de está, ya que se extendía por todo el sector, notaron a simple vista sin pedir una explicación a las personas sufrientes que padecían astenia, su cuerpo se encontraba a altas temperaturas dando así un color amarillento en su piel,  presenciaban bubas de color negro otras rojas y estás segregaban una  sustancias amarillosa y verdosa. Pero aun así la intriga en de los pioneros no se hizo esperar, saliendo a una expedición (le preguntaron a una señora al parecer de 72 años que presenciaba todo lo dicho anteriormente) esta añadido que soportaban un incesante dolor de cabeza y, si eso no bastaba, la vieja argumento que otros no morían por la terrible pandemia, sino por las ayunas de cada día porque hasta los cultivos se encontraban poblados de plagas, otros morían en guerras y otros se suicidaban al ya no tener a nadie a su lado y  no soportar más el incesante dolor. Al ver ese horror de panorama, un sinnúmero de personas sin vida, otras que morían cada minuto al pasar por los andenes, en la mitad de la calle, en sus hogares, en los hospitales y plazas. Trasportaban en las mismas carrozas cubiertas por esa misma maldita manta blanca. Ahora si le llevaba la idea a Ismael porque los habitantes de Francia se encontraban ya muertos en vida.

Un siervo del sacerdote Amiel fue en busca de Kentoski, porque el clérigo se encontraba trágicamente mal, por la misma pestilencia. ¿Qué es lo que ha pasado? “Dijo con súbita impaciencia” Señor, el padre a estado convulsionando ya hace por 3 días y no soporta más. Es mejor que vallamos y se dé cuenta por sí mismo. (Inmediatamente salen en busca del sacerdote) Al llegar lo llevan al laboratorio. Kentoski empezó a examinarlo (presencia unos síntomas muy particulares al resto de habitantes que kentoski había examinado antes) este no presencia las bubas pero si se encontraba afónico, con carraspeo y expulsando femas de sangre y secretaba pus por todos los orificios del su cuerpo. Y si eso no bastaba sufría para respirar (El doctor no encontraba explicación alguna). Pasaron quince días y el sacerdote sufría a un más, sin encontrar un una solución el Rey II preocupado por la situación hizo que se reuniera con él, el doctor para hablar sobre la situación y que trajera consigo una solución o se le decapitaría. “En pocas horas Kentoski muy rápidamente había encontrado una solución o al menos una explicación para que no se le decapitase” – Que es lo que ha pasado, al caso cree que vino usted acá a mirar cómo era que sufrían las personas, al parecer me equivoque de persona para que encontrara la cura para de bastecer esto y enviarla a la oscuridad que es donde pertenece. – No, señor yo sé que no es ese el motivo del porque yo esté aquí, ya tengo una solución que pueda servir. Prosiga. La mejor manera de acabar la muerte es con la muerte. Y como va a enfrentar a la muerte “(Dijo el rey con incredulidad y un poco iracundo)”. Rey lo que voy hacer es exterminar esta terrible pandemia; exterminado a los que la poseen junto con los que ya están muertos y las plagas que son las grandes propagadoras. Puede que suene un poco cruel señor pero para mí concepto ese sería la mejor manera de combatirla. –Ha si va hacer, espero que no me defraude porque no voy a tener la mínima contemplación con nadie. Y ya puede retirarse.

Esa misma noche Kentoski en su morada se hallaba pensativo porque al día siguiente se iban a sacrificar muchas personas para que dejaran vivir a otras generaciones siguientes y creyó que prácticamente no sería tan cruel porque con lo que se haría de todos modos dejaría vivir nuevas personas. (Eso lo decía para no sentirse tan culpable, tan miserable y sin corazón)

Mandaron incinerar a millones de ratas. Igualmente mando carbonizar a millones de personas sin importar el nivel social en el que se encontrase. Aunque eso no iba hacer tan fácil como se esperaba, porque el instinto común de las personas es sobrevivir dando así que muchos de aquellos infectados se iban a negar que las quemasen y por ende las tenían que forzar y así paso durante dos años. El rey creyó que era mejor que a las personas no se les matase tan cruelmente como a cualquier animal; a todos los llevaron  junto con el  sacerdote en un aposento sagrado y privado para hacer un rito para que  llegaran hasta las puertas de San Pedro. Ha estos individuos se les iba a recordar como líderes porque gracias aquellas muertes nacerían nuevos progenitores.  

El medico al tomar esa decisión tan monumental – pensaba –“¿Qué diablos he hecho?” sentía como un desgraciado por haber mandado hacer eso tan cruel e inhumano, sentía que su alma se carcomía por la llamas del infierno que ya lo esperaba”.

Algo que si sabía el medico es que a esta no le importaba si era conde, rey o era un insignificante siervo. A esta no le importaba nada, solo los consumía en un efímero mundo donde nadie hallaría salida. Pero aun así el pueblo pensaba que el rey II junto con Kentoski ya había encontrado una solución, arrasando con todas las tierras aledañas, dando así que la nefasta enfermedad se “mitigara un poco”. Hasta que llegó el momento que esta desapareció o al menos así lo creían algunos poblados. Los  pocos habitantes que sobrevivieron en Francia y el resto de los poblados le daban gracias a Kentoski por salvar sus vidas, pero, él joven medico indignado porque los habitantes creían que esto ya había cedido, al contrario esto hasta ahora estaba empezando. Ya que este virus yacía  en sus mantas, en sus vestimentas, en los alimentos, en los mismos cultivos y hasta en su ADN, por lo tanto esta terrible carnicería se había sosegado un poco. Pero la sanguinaria peste aún  no había saciado su hambre de destrucción. Estaba sigilosa y buscando el instante y el lugar indicado para volver a retomar la tierra y esfumarse. Al terminar el caos sin dejar huella en la historia.

 

Fin

 


[1] Tela de seda entretejida con oro o plata, de modo que el metal forme en la cara superior flores o dibujos briscados.

[2] Barco de guerra utilizado para diferente misiones.

[3] Parte posterior de una embarcación.

[4]  Acción de mantener a una persona (darle el alimento o lo necesario para vivir)

[5] Desconfianza o duda de la verdad o eficacia de algo.