María

Sacrificio

Agonizaba la noche. Te  abrazaba como nunca. Aún faltaban dos horas. Bajaste  del auto naturalmente. Entraste  y  te acomodaste. Tapé mis ojos.  Entrelacé mis brazos sobre tu cuello. Sentí tu hocico. Te dormiste. Era la única alternativa. Expiraste.  Y comencé a sentirme sola.