BAÑANDO UN ÁRBOL
 
¡Ah! ¡Ah!                              ¡Ah! ¡Ah!                         ¡Ah! ¡Ah!
Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡ ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!
Ah! ¡Ah!                                      ¡Ah! ¡Ah!
¡Ah! Desde ¡Ah!
aquí te veo cuánto 
te estremeces. Indagando 
los motivos, detecto que estás riendo 
por la acaricia de la lluvia. Y es el viento 
con su frío hálito quien estrega tus alas, tu melena, tú único pie 
pluma por pluma, rama por rama. Y en su silbo, el viento te anima 
a que te deje bañar sin protestar. Desde el cielo, baldados de agua limpia los ángeles te lanzan, casa de criaturas, matriz del mundo, pulmones del hombre. Toma tu agua, bébela sin compasión. Te la has ganado más limpiamente que el hombre que sólo quiere verte besando el suelo. Tras una nube rosada, un ojito de sol te avista. Asociado con el viento otra vez, ahora harán sociedad para volverte espejo, vidrio, crisol de mañanas que trinan con pájaros agradecidos. Y tu destino más preclaro escrito está: “Pulmón del mundo serás. Hado de aguas mansas, creador de ríos que no reniegan su destino de habitar las entrañas más oscuras. No te agites. No te azores. Es por tu bien. Sorprende luego con tu belleza al cobarde hombre oculto que ha huido de la lluvia cual confite, bajo los techos de zinc, que bien podríamos derrumbarle, de un soplo o un chaparrón; pero nos aguantamos. Entre tú y nosotros, vamos a demostrarle con hechos lo que se perdió por haberse escondido como gallina en cuanto llegamos nosotros a bañarte. Es para que te veas bien hermoso, al momento de él salir de su escondijo Déjate mojar, déjate estregar. Déjate brillar. No protestes. No te alteres. No te vayas a desmayar. ¡Mírate 
esos bellos colores 
brillantes de tu verde 
cabellera! ¿Qué me 
dices de tu salud? 
Si aprovechamos y 
te quitamos algunos 
pequeños habitantes 
que están usurpando 
 tu mansedumbre 
!Mírate! ¿Acaso no 
se ha justificado tu 
gran sacrificio?” Oye: 
te recuerdo tu deber: 
No te quejes si en ti
las aves hacen su
casita. He allí cómo 
de cabezas descan-
san tus amigos los man-
sos murciélagos. Y 
ya el pájaro desde 
tus copas encumbra
-das, a Dios agrade-
ce apague su sed.
                                                                Norman Alexander Agnär
                                                                                       (07122010)