L. Roberto M. Uriostegui

No nos queda nada

De aquella tarde sonriente y diáfana,

no nos queda más que el recuerdo.

Y sí, tu me amaste y yo te amaba

pero hoy, hoy ya no nos queda nada.

 

Ahora pesa dentro de mi tu gran mirada,

el brillo de tus ojos, tu nariz, tu pelo... 

y tu reacción cuando estabas espantada,

aunque salgo, lloro, te busco y no te encuentro.

 

Justo ahora que no estás junto a mi,

recuerdo nuestra realidad mareada

nuestro ímpetu equívoco de mentiras

nuestros miedos pasar por nuestras vidas.

 

Hoy que estamos más que distanciados,

no nos queda nada más que amarnos:

a lo lejos, con una risa cruel y abandonada

aunque te sientas triste... o abrumada.