Carlos Fernando

No le canto a la muerte, no me obsesiona

 Prólogo

\"Se seca la grama, se marchita la flor, y la palabra de nuestro Dios se levanta firme por la eternidad\". Isaías 40:8

 

De un tiempo acá, no le canto a la muerte,

no me obsesiona, la veo de frente con el arrojo

de quien por amor a la vida, ya no le teme a morir.

 

Con la esperanza del que sabe que detrás

de la cortina de la muerte hay otra vida

placentera donde el dolor ya no angustia,

ni el hambre, ni el rencor, ni el frío se siente.

 

Cuando niño, la muerte me aterraba,

la calavera de la parca y su guadaña caprichosa.

La idea del sepulcro ocupado por carne putrefacta,

más que asco me imponía, pavor y desagrado.

 

De joven la brava lozanía y las fuerzas plenas,

me llevaron a ignorarla, otros morían,

y yo seguía aquí, sin inmutarme de la constante

amenaza de la muerte.

 

Mas sin comprender por qué algunos

con el futuro abierto en su horizonte en pleno,

se marchitaban como la flor que recién

abría los pétalos, por la mañana,

y al atardecer de ese día se marchita, y se pudre.

 

Mirando atrás al detener mi marcha, decidí

cambiar mi vida de errores y desmanes,

por la vida apacible del que ora.

 

La religión entonces me dio la esperanza

infundada de escaparme de la muerte

aborrecida convencido de aquellas palabras

del mesías que a sus discípulos promete,

la vida, sin degustar la muerte antes de Su Venida.

 

Y tuve entonces la osadía de creer que yo

no moriría, hasta los días postreros del

cumplimiento de la profecía, como los otros

que murieron y yacen en la tierra del sepulcro

frío, durmiendo en la esperanza de otra vida.

 

Pero, si hoy día, estoy seguro que moriré

como todos los que han muerto. Convencido

de que Dios es Verdad, la muerte ya no temo.

 

Porque morir no es la agonía y el sufrimiento

del enfermo, ni la lucha interior que padece

el suicida en su locura, ni es tampoco inexistencia

porque al fin el sueño es un símil de la muerte,

donde mientras el cuerpo respira, el alma sobrevuela

el inconsciente, soñando a vivir en otras vidas. 

 

Porque morir es tan solo el instante y el camino

necesario, como un instante y un camino es nacer,

Y se muere, para que el alma continúe un viaje,

cuyo sentido y razón, es volver al Dios Eterno,

en otra Dimensión, en otro Universo inmaterial,

de otra sustancia, de plenitud y paz, donde

si la misericordia y la voluntad del Eterno lo permite,

encontraremos a aquellos que antes se fueron .

 

Y si no, al menos, la presencia del Creador, será

suficiente recompensa por la vida que se deja.

Porque se muere al nacer, y se nace a otra vida

cuando se muere, volviendo todos al punto de partida.