santos castro checa

¡LA CLAUDICACIÓN DE LOS MISERABLES!

 

 ¡LA CLAUDICACIÓN DE LOS MISERABLES!

 
Van por el mundo los miserables
entre la maldad progresiva...
 
En el espiral ficticio de los tornados de la vida,
ora que sube, ora que baja,
como trampolín endemoniado,
fervientes por los hemisferios vamos,
por el desolado cielo,
¡llora por el alma devastada el Cristo abandonado!
Una marca, más que un símbolo, somos fuego,
el sendero de la vida nos prepara su escenario,
y el escalofrío de Caronte, el barquero fúnebre,,
¡inefables los destinos,
las predestinaciones, el negro osario!
Moribundos, casi en el delirio, la muerte se explaya,
y en su mensaje lúgubre
es su pregón sentido,
¡la claudicación de los miserables...!
 
Al compás del tamborileo de las horas muertas,
como estela frenética
que ha roto las murallas,
el criminal gatillo de la vil metralla
trágica y lúgubre esparce
las larvas infernales en los despojos yertos...
Sobre la dislocada hora de la paranoia se marchan
con una porción de amarga hiel dilatada por las venas,
se pierden por el mundo el pus de sus desgracias derramando,
¡Se van muriendo inclinadas las rodillas, menos un voto de esperanza!
¡ah!, los miserables, son de Fausto los discípulos que Belcebú adora,
los lánguidos mortales
con abrazos infernales,
se revuelcan, arañan su piel, sus cabellos,
su corazón en los alcoholes deshidratan,
¡Cómo duele tu dolor, hombre de la cruz de hierro!
Tras su delectación fingida, los miserables
languidecen de su campiña lejos,
cerca del humo hediondo de la industria,
de la hipérbole mercantilista de la parada estática,
¡Ignoran, los miserables, al faro que guiaba la barca,
al naufrago que amó la vida!
 
El viento cadenas arrastra, golpea y azota...
¡como graznan los cuervos con su trova inculta!
...y en esos aullidos de lobo herido, ¡te abrazas de dolor,
hombre que desprecias la existencia...!
Son los frutos desdichados en una tierra
de polución y degradación, de proterva imaginación
¡Huyen de la ciudad hacia los páramos!
¡La ciudad es un maldito escándalo!
Su cruz es más que una cárcel de los demonios eternos
ante un juez que implacable su sentencia esgrime.
¡Almas en pena... voy con ustedes!
¡CRUCEMOS LA ETERNIDAD!
¡Oh, humanidad! mi diosa del mal, rayos de plata
iluminan tu agónico peregrinar...
Tus perlas el mal porfía corroerlas,
guárdalas en tu morral de espejismos;
mañana, tal vez, te hagan falta
para comprar un reino de paz...

Ahmed Krentel
D.R.