Black Lyon

Édgar Tamayo Arias. (Diecisiete minutos.)

Tras muchos años, de vivir en cárcel,
mi cuerpo se ampara.
En la luz divina, libertad segura,
donde me espera, un hermoso ángel.



¡Ahí va un hombre muerto!
Mientras caminaba,
los gringos y su algarabía,
gritaban a mi alma.
Me angustiaba, me frustraba
pero ellos se alegraban. 



Mis apelaciones, derechos y leyes,
fueron denegadas.
El inexorable justo de Texas,
me ha dictaminado, morir ejecutado.



La despedida fue lo más cruel,
siempre les he dicho que inocente soy.
LLego al cuarto, a mi cita con la muerte,
rogando a Dios me perdone, por alguna trasgreción.



Veo la cama blanca, 
con lóbregas ataduras,
donde tres inyecciones,
terminarán con mi vida.



Ahora me piden, que declare.
Unas palabras finales, 
antes de asesinarme.
Yo los miro a los ojos,
mi comisura se arquea,
soy yo quién se alegra ahora.



Callo y no digo nada, 
de que sireve hablar,
si en estos años,
todo lo que dije,
nada pudo cambiar.



Me voy contento, 
pude estar con mi gente.
Que sirva de ejemplo,
que para la gente pobre,
no hay leyes,
donde ellos sueñan,
llegar a muerte-américa.



Jueces que me sentenciaron,
yo los indulto.
Algún día serán juzgados,
por el juez de jueces.



Cierro mis ojos, comienzo a dormir.
Estando inconsciente, fueron diecisiete minutos,
los que mi cuerpo inerte luchó contra el veneno.
Me dejé llevar al ver la libertad,
pues estoy seguro, que de sobrevivir,
me asesinan una vez más,
pero esta vez con más crueldad.



Me voy al cielo, 
mi cuerpo en mi México lindo.
por último les digo;

\"En Texas no hay justicia. Nomas mira a tu alrededor, la mayoría 
de los presos acá somos gente pobre, negros e hispanos. Por 
nuestra pobreza y nuestro color de piel somos culpables\"*

No, nos queda de otra,
que encomendarnos a Dios.

 

BL.