Henry V

Me caí de la nube que andaba

Me caí de la nube  que andaba y  Nietzsche me sobaba.

Precisamente  en   este frío  sin domingo,

Más jueves    del que mis ánimos toleran,

Con un chínguere  de alegría  en mi tacita  navideña

Y el olor  a  Veracruz por todo  la  casa

Se me viene  a ocurrir pensar en el amor, ¡y bueno! -diría mi Su, la argentina-

Pero Jabicho  tiene  la culpa de  las evocaciones  subrepticias:

Asegura, con su algarabiosa   boca  lunamielera,  amar  a su pechocha Lety,

Con todos los derechos reservados  del   amor americano.

¡Vaya dulcemería  romantosa!

Y  yo,   desertor    de  la última ausencia rompe-huesos,

De aquella,  mi mujer, de los Altos  de Jalisco,

Finjo  no  escuchar los  jabicho-cohetones  de feria, 

 En su pueblo  aguamielero,   de  su “ronco pecho”;

 Y es que “me caí  de la nube  que andaba” por intentar triples mortales,

Allá en los Altos y fui  a sobarme la pena a   un temazcal,

con infusiones   de pétalos nihilistas y ahora me andan  

Creciendo palabrejas  azufradas, no muy curativas,

cuando  hablo  del Maestro  de ceremonias

De  circo  de tres pistas  – o sea el Sr. Amor-  

Pero eso no quiere  decir que no conozca  de

Amores  o cosas más rojizas, no;  pero… para Jabicho, por ejemplo,

el universo confabula  a su favor ,  como sobornado alegre, todos los días,

Y entripado  de melaza,    le  brotan consejos  para dar y Repartir;  

en cambio yo, al  chirrin  de universo que  me toca,

Por decreto divino,  lo infusiono  con tequila,

-Exceptuando  fines  de quincena-,

Todos los días  de luna blanca: me   hago un poco lobo y un poco  tonel,

E invito a mi partner, maestro de ceremonias,  

a asar  malvaviscos, mientras  lo escucho

Referir  técnicas precisas  para   triples mortales.

Así que  ya sabrán: el amor y yo, mientras 

Se trate  de  convivencia  sana y democrática, nos llevamos  de pocas tuercas,

Sin la cordialidad zalamera que mi amigo pretende. 

Ian Henry Deep