DAMSYD

PRELUDIO

Te ví, así, hasta desnudarte el alma.

Y tras tus ojos morenos,

el cielo reanudó su calma.

La mano deslizaste sobre mi hombro,

encendiendo en las entrañas mi fuego,

dejándome inmóvil al instante,

y sin previo aviso tus labios

se fundieron con los míos.


Heber S. S.