Carlos Fernando

Oye, tú...

Oye,

tú que me agitaste

la vida años atrás.

Detente un segundo

donde estás,

y escucha mis latidos,

que aun en la distancia,

de cuando en cuando,

el recuerdo te evoca.

Y mis manos vacías de ti,

se llenan con el fantasma tuyo,

y el dulce recuerdo de tu boca,

seca de mis besos ya.

Fuente sin agua.

Que si la vida la encontré lejos de ti,

cuando te tuve, fue tuya

y no lo negaré jamás,

porque negarlo sería borrar

de mi pasado lo que fui

y lo que hice por ti, por alcanzarte,

por llevarte a mi lecho,

desnudando mi alma y mi cuerpo,

para entregarte en un beso

el amor que me inspiraste,

y que recojo del fondo del recuerdo,

y se transforma en golondrina

que vuela hasta tu cielo,

para decirte en silencio,

aquí estoy. Soy yo.

Como una ofrenda,

como las flores

que se le lleva a los muertos,

para dejarlas mudas,

y hermosas en su tumba.

Porque se ama muchas

veces con el alma toda,

y se hacen locuras

y se sueñan bellos sueños

más de una vez en la existencia.

Porque el amor brota

cuando a la mirada llega

la figura de alguien

que hace florecer el alma,

y con el tiempo

se vuelve suspiro y recuerdo,

si solo los recuerdos quedan.

Y late el corazón

como la vez primera

que nos devuelven un \"te amo\"

en unos labios palpitantes,

rojos como sangre.

Por eso, amante mía,

detente ahora donde estés,

y escucha el sonido

del corazón que dejaste en el olvido.