Sara (Bar literario)

De la onda lumínica

Ya no...

Las paredes hablaron -umbral que no encuentra la luz-

Dudaré de todo. Escribiré con protesta del

tiempo, que se hizo espera sobre la mesa blanca.

La mesa blanca llena de hipótesis de luz.

Y no quiero que me toques.

Ayer salieron los perros.

Eran grandes como tu verbo,

híbridos como la laguna de tus niñas

al verme. Blanco pozo pletórico de hiedras.

Agua limpia. Reflejo de sombra y luz.

 

Luz.

Escribe de la luz que es relámpago,

en tu boca al tocar mi oído

y es onda pasajera en la

telúrica ceniza de mi alma.

 

Habla del reflejo de tu palabra

al cantar el gallo,

que es un huevo

y se hace incógnita absoluta 

del principio de tu

luz- ángulo de sombras- amor.

 

Pero ya no.

No me toques.

No amanezcas de dolor,

arrepentido,

no te arrastres a mí,

como animal del Amazonas

buscando a su dueño.

[Ellos no saben que están presos]

No columpies mi fe

sobre tus manos que cargan

la piedra virgen de mi sueño

y tu hacha de hombre nómada

buscando la tierra,

para hacer su fuego.

 

No.

No pienses que mi grito 

se congela de miedo

sobre la fábrica de tus pretextos

[Cerrado por inventario]

 

Fue un error,

hacer espera

vivir de espera

aquí estoy.

Tú eres el pasajero

que hace dedo

en las calles angostas

de cualquier carretera.

 

Al llegar el motel,

apaga la luz.

La factura aumenta,

al tener un cuerpo enterrado

sobre la cadena perpetua

de cualquier condena.