Juan de Marsilio

Un breve manual para el uso de la esfera celeste


I

Uno
se descubre centro
de eso que luego le dirán
que es la esfera celeste:
una maravillosa
ilusión óptica derivada
de la redondez del planeta
y el humano bipedismo.
Uno
vive sus años formativos
haciéndose la idea
de que uno es el centro del mundo.
Uno
se va preparando para su futuro
concibiéndolo como
una película
de amor y aventuras
que habrá de protagonizar.
Uno
descubre un buen día
que a la gran mayoría de nosotros
nos toca jugar de extras
y que probablemente el mundo
carezca de centro.

II

Eran los libros cosa buena
donde las hubiese.
Leer
era escribirse
en la mente una idea – o cien o mil –
del mundo y lo grandioso
que podía ser.
Que luego poco de eso se hiciese realidad
no es culpa de los libros.

III

¿Cómo escribir
sin sentir vergüenza
ante aquellos que no pueden
plantearse cuestiones metafísicas
porque están ocupados en hurgar la basura
para sobrevivir?
La manera de hacerlo no existe
y sería terrible que existiera.

IV

Si ha de haber un mundo
que valga la pena,
si los hombres aquellos que comían basura
llegan a ser un día nada más un recuerdo
no será fruto
de panfletos en verso
ni de la renuncia
a hurgar en la llaga
de mi angustia pequeño burguesa.
Si escribo
este manual del uso de la esfera celeste
es para que los hombres y mujeres
que podemos alzar la cabeza
no pongamos los ojos
nomás en las estrellas
y veamos también
lo que se mueve a ras del suelo,
incluidos esos prójimos
que comen basura.

V

Eran palabras bonitas:
“azimut”,
“almicantaradas”,
“zenit”,
“nadir”…
Y luego
cuando entrabas a la parte
de la cosmología y la astrofísica
el alma se ensanchaba,
la cabeza, los ojos…
y tenías más mundo!!
Todos nos merecemos
las estrellas que tuve de muchacho
y todavía alumbran
mis pasos por la tierra.