Juan de Marsilio

Muchacha

 

 

Éramos mucho más jóvenes

por aquellos años

– aunque a mí

lo joven

se me notaba

mucho menos –

e íbamos juntos por esas aceras

que daban casi siempre

en las camas alquiladas

de esos hoteles sórdidos de tan higiénicos

donde el amor imperfecto y glorioso

da sus batallas contra

otras cosas que son parecidas

al amor pero acaban por matarlo.

 

Ahora

cuando sé que amor perfecto

hay nomás el de Dios

y construyo la vida

con una

que elegí y me eligió

para honrarnos, amarnos y respetarnos

con el sueldo recién cobradito

pero también a fin de mes

y para soportarnos los defectos

con mutua paciencia,

ahora,

te decía,

no me arrepiento para nada

de casi nada de todo aquello

– pero te pido disculpas

por alguna que otra

marca de mis dientes

en tu fina piel

y más por las huellas

que en el alma te hubiera dejado

mi cinismo principiante

de por aquellos días.