Sara (Bar literario)

Del silencio de los inocentes...

Me mintieron. Ellos dijeron que amar no era un vicio. Pero siento el alma seca y el corazón escarbando de nuevo su muralla.

Corazón hirviendo. En el congelador del amor que ha cronometrado su tiempo.

Puedo amarte. Corazón de monte. Yerba que fumas con tus dedos de niño.

Puedo amarte. Buscarte en cada mano mientras me ofrezco. Te ofrezco. En la amnesia fría del inevitable homicidio. Mientras muero de amor, lo mato. Y me río sin culpa. No puedo recordar tu nombre en la hora del suicidio.

Tres bocas diferentes. Me dijeron tu nombre y regresé a la alcoba. Tu boca es la mancha en la memoria. Espejo que miro para no recordarme. Quien hayas sido. Estás conmigo.

 

Puedo amarte. No abras mi pecho. Tu rostro es la aldaba que se usa para abrir la tarde. Y recostarme en tu regazo después de una noche. Noche perdida de mi refugio.


Cárcel del mundo. Libertad del amor para quedarse después de haberse ido. A solas, a tientas, a gozar del dolor en cualquier parte.

 

Pero si yo pudiera. Si yo dijera. Esto es de nadie. Tómelo quién quiera.

Cabeza rodando en los pies del usurero que cobró por adelantado y me llevó en la mentira de un cheque en blanco.

 

Puedo amarte. Meterme en la cama contigo. Hacer el amor.Dormir en tu pecho, abrazada a la ternura del delirio.

Y en la hora del sueño. Busca otro lugar.No te quedes conmigo. El durmiente no conoce de escaleras de emergencia o extintores para no morir por el humo. Arde en el infierno que no ha elegido.

 

Puedo amarte. No dejes que la sombra apague la luz, al quedarte dormido.