Carlos Fernando

Jamás me dejas de asombrar con tus ingenios

I

Eres sorprendente Señor,

al punto tal,

que jamás me dejas

de asombrar con tus ingenios,

con tus obras en el Cosmos,

gigantescas fascinantes.

Estrellas del tamaño

de un Sistema Solar,

y nubes de gas donde

nacen las estrellas,

o voraces Agujeros Negros

donde ni el tiempo escapa.

 

Jamás dejaré de cantar

tus maravillas, lo mismo

en un águila que en un microbio,

tu sabio equilibrio manifiestas.

Eres rofé de tus criaturas,

cuidando de sanarlas

y haciéndote cargo de la cabra

montarás que pare en soledad,

lo mismo que del hombre

que clama desde su lecho

de enfermo pidiéndote

sanidad para su cuerpo. Porque

donde la Ciencia falla ni el médico

obrar puede, solo le queda

la esperanza al moribundo,

que siente cómo se le va la vida.

de buscar tu Rostro en oración sentida,

por el miedo a morir, o por amar la vida.

Provees a todas las criaturas,

alimento y cuidados,

librando al pecador y al justo

al mismo tiempo, de la ira

y el peligro, de la furia del viento.

 

II

Jamás dejaré de cantar

cuando de mi alma provocas

el asombro y me detengo

a contemplar las alboradas,

esos bellos tesoros

que a diario me regalas,

con esos grandiosos matices

que le mandas hacer al Sol,

que más que una estrella

un millón de veces más grande

que la Tierra, según dicen

los Astrónomos, es un artista

que ejecuta por tu orden

la más grandiosa gama de colores,

lo mismo que el calor, y

la energía que hace posible

el surgimiento de la vida,

en esta esfera que a la distancia

exacta para no ser devorada

por el fuego, ni para ser

helado yermo, se encuentra.

 

III

Me sorprendes con una palabra

que he escuchado decir

a un reportero, acerca de un coloso

de aguas turbulentas, que la fuerza

humana no doblega,

y al parecer nada pudiera hacerlo

caer doblegado por tu fuerza

congelado, y muestras tu poder

 haciendo ver que nada

a tu voluntad escapa. Y que si

el Juicio no viene todavía,

es porque la compasión que tienes

por los hombres, detiene la furia

de los mares, y mantiene

estable en sus límites la Tierra

en todos sus confines.

 

IV

Me sorprendes en el quehacer

cotidiano de la Ciencia que descubre

los más íntimos secretos de la Materia,

jugando con la mínima partícula,

el Físico excita el átomo y lo fragmenta

en bosones, en su afán de hallar

el misterio de cómo se formó

el Universo entero. Y se devana

las circunvoluciones del cerebro

tratando de entender y descubrir

lo que está oculto. Y elabora

complejas ecuaciones. Para al final

declarar sincero, que Una fuerza

superior se encuentra

detrás de los misterios.

Que hay un punto donde no puede

penetrar el hombre, en su afán

de descubrir, de dónde,

le viene la existencia.

 

V

Y si hablamos del alma,

esa inseparable e indefinible

sustancia que la Ciencia

no puede medir, compañera

que guarda, la parte sustancial

de la persona, arcón de sentimientos

y la consciencia. Alma que está

formada a semejanza tuya

porque te plugo hacerla de esta forma.

Porque es el alma la que inquieta

la que te busca o te rechaza,

independiente a la razón de la lógica,

de la certeza de lo tangible y lo probable.

El alma que se corrompe o purifica,

que permanece en bruto o se madura,

dependiendo el derrotero que persiga,

deposita los más nobles ideales,

o lo más abyecto de las más

bajas perversiones. 

Y tú, me vuelves a asombrar

por la paciencia que tienes,

a los hombres y tu Amor,

palabra desgastada entre las gentes,

que piensan que amor es lo que sienten,

pero no entienden lo que significa:

amar sin condiciones.

 

VI

Y vuelvo a ti que eres

el tema de mi canto, de mi asombro,

de mi vida. Porque siempre

todo vuelve a ti pues que todo de ti

proviene y en ti termina.

Eres el Padre que me cría,

porque desde hace tiempo mi padre

en tu presencia mora. Mi Madre

es tu palabra que me enseña,

con la misma ternura y rigor que

para que yo aprendiera usó mi madre,

quien ya partió también a contemplarte,

quizá desde una estrella.

Vuelvo a ti porque es inevitable

no sentirte,

porque es inevitable

no pensarte,

cuando el asombro y el misterio,

se unen en una misma pregunta.

Porque te siento, a veces junto a mí,

y a veces dentro. Llamándome

con ternura o exigencia, según lo necesite.

Porque me guardas del peligro que acecha,

y me sustentas como lo hace un padre.

Alivias mis angustias, y me das la certeza,

de que la muerte solo es un trance.

Porque aunque el tiempo destruya

lo que hice, o lo que fui a nadie le interese,

y mi memoria se pierda en esta Tierra,

a donde nadie le importe mi presencia,

ni se me extrañe después de mi partida.

Mi alma, esa indefinible sustancia

que anima la materia guardada en este cuerpo,

cuando parta tendrá una Eternidad,

para mirarte, y seguirse asombrando

con tu Existencia.