PETALOS DE NOCHE

Prosa quebrada...



... las calles se tuercen como ruinas, una que otra abrazadas al sentido de la ausencia, pisoteadas por la incomodidad del tiempo sacudiendo sus zapatos de la contingencia del reloj atrapando sus extremidades con el abrigo de la soledad...,

... las calles se marchitan en cenizas... 

ruinas de la nostalgia, acaban por derramarse en líneas fugaces del pavimento, puntiagudos significados derramados en la mirada gris...,

funesta es..., la distancia de la voz imperando el ocaso húmedo en las nubes tildadas en los ojos,
cerrando ciclos en colores de un semáforo batiendo sus ramas en las venas electrificadas por las lágrimas del cielo...,
y no cabe una puntiaguda lágrima de metal en el rojo quemante de la estatua,
                                                                                                                               detenida mirando el gris paladar del cielo, a un verde transitar del viento fundiéndose en su boca silbada por el dolor de la ausencia, lejana y distante                                                                                                                                                                             tus huellas se las lleva el sinónimo del adiós, vuelan los saludos de pecho, caen los latidos en una mar confitada con la muerte, de enfermedades se entierra el cielo en la incomodidad del tiempo de permanecer atado al abismo mientras no encuentra el límite con las calles vacías y mis pies no enfrían la luz intermitente en las líneas quebradas que hieren tu retina pisoteada por la nostalgia...,

mis pies no caminan, - me detengo-
miro el cielo caerse al cielo y al mar fundiéndose al cielo,
reflejándose un charco
embutido en mi lágrima
esparcida en las huellas escritas de tus lamentos desgarrando la seca costumbre de amar que tienes,
cuando extiendes tus calles, y siempre caes en mi pecho... 





Enero se funde en las cenizas de la ciudad encapsulada en el silencio-
Es utopía soñar que la cuenca ahogará los ruidos del tiempo,
y que mi nombre se agoté, como el sol allá ariba, barrido por las lágrimas del cárbono...