Pedro1493

Carta de un viciado.

A quien interese…

A menudo me pregunto el porqué de mi debilidad, el porqué de esa profunda tristeza que suele visitarme, de la soledad que me abraza estando en compañía de todos, en compañía de nadie…

Me he dado cuenta que el problema empieza adentro; por algo lo dijo el Maestro: “Lo que entra no es lo que contamina, sino lo que sale”. Es la verdad, es un tormento interno ¿invencible? Yo lo determino, si dejarme vencer, o vencer. No quiero que esto se vuelque a una costumbre, a un vicio, a una necesidad, pues de seguir el mismo rumbo, no tendré otra alternativa que tomarlo. Esto me carcome, es un cáncer, como una gangrena, ¡me está matando! Y yo sigo como si nada estuviese pasando.

 

Todo comenzó en mi lámpara, dejé pasar sin reprensión, lo prohibido. Sabiendo su efecto dañino que oxida el alma…

Los primeros días pasan como si nada, disfrutaste el momento, estallaste, deliraste y hasta podría decir que tocaste las estrellas (pero en solitario). De repente entras en una depresión, esos días de dulce miel se convierten en ajenjo, hiel amarga que no pasa con un trago de agua, pero luego vuelves a la normalidad, sin fijarte que ese gusano empezó a herir tus entrañas insensibles. ¿Y el corazón? ¡Ni que se diga! Se vuelve fatuo; se enamora de cualquier ave que pasa, de la primera flor que ve… ¡Que cursi! La flor te sonríe y se seca, el ave te hace volar alto y de momento, te deja solo en el aire, y tu caída te vuelve el sentimiento rígido, como una piedra seca de desierto. No puedo negarlo, es una lucha constante, que creo que nunca acabará;  mientras tanto queda rogarle al Cielo que me ampare, y que mientras intento ser un servidor fiel, me de un nuevo aire cada día para no dejarme vencer…