Carlos Fernando

Aire en la Cuerda de Sol

Qué bello es recordar,

los días de mi andar ligero,

cuando frente a mí se abría

el horizonte ignoto y deseable,

cuando todo estaba por hacerse,

todo eran prisas y ansiedades,

todo desvelos y fatiga,

todo eran senderos y lances atrevidos,

algunos graciosos, otros funestos,

otros sencillamente fascinantes,

otros dolorosas caídas y sombrías tardes.

Otros llanto interminable.

Ilusiones que se rompen

al chocar contra el mar de lo imposible.

Otros, esfuerzos vanos.

Otros cantares de bohemia y trova.

En una de esas noches de inquietud aciaga,

de incertidumbre profunda

por no saber hacia dónde caminar,

o qué podría esperar de mi futuro,

y de una cita de amor que no llegó jamás;

en medio de mi soledad,

escuché esta música apacible

que sosegó mi alma

con el poder mismo

de una Oración profunda.

Cuánta paz, cuanta claridad

rompiendo el velo de mi obscuridad,

densa y terrible.

Cuánta tranquilidad para el espíritu,

un instante antes atormentado

y doblegado por el sufrimiento.

Como un remanso de aguas

aquietando el turbulento río

de mis pasiones.

Cuántos años después,

sigo escuchando estas notas

excelsas de tan excelso autor.

Cómo vuelve a calar hondo

en ese espacio inmensurable

que se llama alma.

Cuántos recuerdos,

cuántos caminos,

cuanto desasosiego, y sin embargo,

cuánta paz.

Ahora que los años se acumulan,

y la experiencia brota.

Es hora de sacar los jugos

a los frutos que fui

cosechando en el camino.