Donaciano Bueno

España

Yo soy un advenedizo de la playa,
de ese inmenso solar lleno de arena
donde la gente desnuda va y se baña
para después tumbarse al sol que quema.

 

De esa difuminada línea que separa
en un intento inutil el agua de la tierra
mientras jugando al escondite se prepara
amenazante el agua en son de guerra.

 

De ese horizonte infinito que no acaba
o esa suave brisa sutil, fina y serena,
las aventuras que de navíos nos contaban,
historias tristes que cantaron los poetas.

 

De ese cielo teñido de azul en que volaban
como aeroplanos planeando las gaviotas,
gentes que con hacer las américas soñaban
y tantos pescadores de ilusiones rotas.

 

Mis orígenes están en las montañas,
el campo fué mi playa en la meseta,
los segadores con la hoz y la guadaña
soportando la canícula en la siesta.

 

El viento sobre la mies las olas simulaban
doblegando de las espigas sus cabezas
sumisas. Por los surcos desnudos correteaban
polluelos de perdices como peces ¡qué belleza!

 

Al monte, ¡al monte no le encuentro parangón!
Era un islote a refugiar dentro del agua,
un oasis de olor, de paz, la salvación
en un día de lluvia, para mi era un paraguas.

 

En nuestro horizonte gris no aparecían barcas,
las velas sólo se veían al comenzar la sementera,
el agua se encontraba en los ríos y las charcas
y la arena esperaba deprimida en las canteras.

 

Y ahora que aquí estoy mi alma extraña
mi Castilla natal. Valencia variopinta,
tan cerquita una de otra y tan distinta,
para quien no lo conozca, ésto es España.