Federico Rivero Scarani

Una canción de amor.

Daño cerebral: lobotomía dijo el neurólogo que fue psiquiatra en su guerra personal de viet nam y que luego depositó sus ideas – un cofre de estalactitas – en la década del 70 en el Uruguay haciéndose llamar Dr. Pietot para la operación cóndor.

 

 

Daño cerebral: tu madre pegajosa insiste en que cosas los remiendos de tus traumas cuando pequeña, hija mía, no ves que sufro, soy una desgraciada que amó a tu padre hasta que se pegó el tiro.

 

 

Daño cerebral: el violador conquista con su mirada perversa al guardia y lo seduce; después consigue pastillas y protección. A la medianoche se acurruca como una rata porque los otros presos le tiran contra su jaula pedazos de colchones prendidos fuego, hilo de puta, se corea.

 

 

Daño cerebral: un vecino ciclotímico cena  a la hija del gerente porque no quiso entregarle su osito de peluche a la salida del liceo.

 

 

Daño cerebral: la novia y el novio; ambos podridos de estar juntos; la novia: estás embalsamado, el novio: te dan por culo los feriantes. Ambos se casan, tiene cuatro hijos. Comen pizza entre golpes y puteadas. El mayor de los hijos fuma cigarrillos.

 

 

Daño cerebral: una anciana mira tv a las seis de la tarde en invierno; recuerda a pesar de su senilidad que ella perdió su himen en el zaguán. Ahora está viuda y se emborracha todas las noches mirando una foto del cincuenta donde aparece su marido abrazado a su amante.

 

 

Daño cerebral: el rocanrolero de moda se embadurna de miel, se perfuma y le grita a un enjambre de abejas:” vengan, soy Jim Morrison”. Al instante es un grano de pus.

 

 

Daño cerebral: cuatro balandras y un santo se encuentran en el camino de la madrugada; los malos le piden plata pa ` l vino, mal. El santo saca su 38  y los barre a balazos; luego reza una plegaria en el baldío.

 

 

Daño cerebral: terapia de ocho, freudiana o rimbaldiana, una joven aburrida por su anorexia discute con un excocainómaco sobre el jueves. Ella dice que s un día ontológico y el responde que no lo insulte. El psiquiatra gay observa extasiado; un poeta kalambre le dice que fue un jueves el día de la muerte del poeta Vallejo; una hipocondrìaca le tira la bombacha gritándole fascista. La terapia fue un lunes.

 

 

Daño cerebral: ecografía del imbécil locutor de radio: está embarazado de focas y lombrices; él es feliz. Lo afirma en el programa de fm, será madre de híbridos. Se ríe de él y del planeta; los idiotas admiradores le mandan flores al centro materno.

Daño cerebral: en interne se chatean un Montevideo y una colombiana se mandan fotos escaneadas desnudos, gracias a la càmara se miran y se masturban solos en la habitación.

 

 

Daño cerebral: otro locutor lìder escritor de libros sobre àngeles y ciudades under grises toma su cuarto whisky con tres parnox, esto es igual al 7 de oro en el truco.

 

 

Daño cerebral: murió el caballo del carro y la familia en el cantegril esa noche come milanesas; el abuelo toquetea a la nieta como lo hizo con su madre; el abuelo es padre de su próximo nietito.

 

 

Daño cerebral: la abogada alcohólica se acuesta con el cadete; filma las escenas para extorcionarse; se amenaza durante las tardes con enviarlas aLa República.

 

 

Daño cerebral: tu espejo te miente, pero es el del baño que es deforme. Buscás la luna del ropero en el cuarto y te miente; le preguntás a tu espejito  personal quién es la más bella, si vos o tu compañera de trabajo. El espejo inmutable te devuelve la imagen en la que lo estrellas contra el microondas luego de haberte maquillado con telarañas.

 

 

 

Daño cerebral: el futbolista se abre las nalgas para que el arquero deposite el miembro bajo la ducha cantándole un tango. Después en su casa se vanagloria de haber convertido un gol; su esposa le da de mamar a una muñeca mirándolo desde sus ojeras.

 

 

Daño cerebral: el director del atelier pinta con sangre y acuarelas un paisaje donde su víctima y su hijo postizo – como los dientes – reciben una lluvia de escamas de pescado.

 

 

Daño cerebral: la directora del instituto obliga a su secretaria a chuparle los senos mientras escucha Bach. Se da vuelta y contornea sus caderas; la secretaria penetrándola con el clítoris sintético le susurra que ella fue tenista y que se operó luego de un largo test psicológico, pero que guardaba su pene dentro de un estatua de Diana en la casa de su ex esposa.

 

 

Daño cerebral:  el portero de una megadisco expulsa a piñazos a un pinta que le dijo que era hijo del ministro de economía; arrepentido recoge los restos pegados al asfalto y los deposita en un buzón del correo.

 

 

Daño cerebral: la dueña del restorante le clava las uñas al chef porque no cocinó a punto el mondongo a la champaña para su santidad del opus dei.

 

 

Daño cerebral: dos batichicas sobre un Peugeot te sugieren que sos un imbécil por no haber mandado el cupón.

 

 

Daño cerebral: te encontrás con un viejo amigo y te invita a “tomar algo”. Aceptás y la pasás bien; a la mañana siguiente que no pudiste dormir durante la noche, sacás un crédito y comprás ese revólver que tanto te gustaba. Descargás las balas entre vecinos y perros, sin embargo te reservás la última descarga para tu cabeza.

 

 

Daño cerebral: lees ginsberg y te crees superjhony; escribís ochenta carillas con

Caligrafía gótica y le gritás a tu madre que te deje en paz a las seis de la mañana, borracho.

 

 

Daño cerebral: se divorciaron; él hace lo no hizo en veinte años, ella lo que no hizo en dos semanas.

 

 

Daño cerebral: mai janela el viernes hace un rito, asusta a los vecinos católicos y se siente satisfecha. Un rayo va formándose en el antártico y sabe bien su objetivo.

 

 

Daño cerebral: organiza en el espacio que le dan en la tv un panel de deficientes mentales y larga, el conductor, la propuesta de la noche: ¿si no ahorcáramos todos a la vez en la plaza del entrevero que factores incidirían: la caspa, el divorcio, la etnofobia, el alquiler o la publicidad? Llame a los teléfonos que aparecen en su pantalla antes de comprar la cuerda, mire que los precios por centímetro subirán.

 

 

 

Daño cerebral: lo que estás leyendo o escuchando; no te va a cambiar la vida, ni siquiera te la contagia porque das vuelta la página y tu vida es un canción de amor.