Murialdo Chicaiza

IRREFLEXIONES II

Quisiera tener la certeza de que soy irremediablemente libre

que los tiempos que observo no lastiman mis pupilas

quisiera probar algo de inconsciencia para no ver

ni oír, como aquellos profetas ciegos y sordos

que transitan sin apuros y en paz cotidiana.

 

Quisiera beber alguna bebida neutra

que envenene mi paz y obstruya mis certezas.

Porque no me contento con nada ni con todo

busco parentescos en todos los hombres

dolores repartidos, sufrimientos ajenos

enfermo de mí, aturdido de mí, entre heridos

y hombres desterrados del derecho a la vida

miro niños en tiendas entre el frío y la niebla

madres que han perdido sus semillas y el alma

claridades que son vencidas por las sombras

como vencen las ruinas ante la belleza.

 

Busco a tientas la esperanza, aquella que quiero

que no desfallezca antes de nacer

contemplo encandilado los cortejos de hombres

ante los flautistas pérfidos, guiándolos

hacia los sueños deseados, a la rutina

a los espejismos resecos y brillantes.

 

Y esta sed que no me deja, que transita

por los poros de mis muertes y mis agonías

que no se observa. No hay señales de ella,

dirán que nada pasa, que me acostumbre,

que el tiempo transcurre y es lo único que fluye

en este espacio de misterio que es el mundo.

Tan desolado y candoroso, turbio.

Mientras tanto debo abandonarme, lo necesito,

ya vendrán los días de descanso, si acaso

el alma descansa en el reino del empolvado olvido.