Oscar Perez

Periférico

Periférico

 

Periférico es vivir, cambiar de ropa,

sacar hora en el doctor, comprar el diario,

leer un viejo mapa, abrir los ojos,

saludar a madre e hijos por teléfono,

periférico es contar las cuotas que nos quedan,

hablar de fin de mes, echarse abajo

de la cama cada día antes del turno,

volver luego desecho de cansancio

y en un beso ritual colgar la vida de un bostezo.

Eso es lo periférico, bien vale su trabajo,

eso sí por debajo, por adentro

va inscrito el ademán que da el sentido,

que elige uno y no otro pantalón,

que lee una noticia y no aquel dato,

que toma posición desde una torre propia

para observar desde allí la situación de lo que existe,

de lo que somos en primer lugar, pues nada más veremos

si ignoramos nuestros ojos y el lugar de sus pupilas.

Esa es la clave tras el trato cotidiano,

comprendernos y avanzar por los caminos interiores,

echar a andar los sueños que dan sentido a cada paso

y que los otros amarán, pues ellos dan su propio surco.

Vivimos sin afán cuando tan sólo respiramos,

cuando tan sólo nos parece que nada más nos falta,

vivimos de verdad cuando esa sombra es la elegida,

la que ilumina nuestro porte y da lección de nuestro esfuerzo,

la conocida por nosotros, la dispuesta

para que todo y todos sepan claramente

quién es ese que va confiadamente a nuestro lado.

Vivir no es periférico si sabes

abrir esas ventanas, si tú dejas

palpitar tu corazón con un mensaje,

si aspiras el aire matinal con un sentido

en cada alveolo y nube de terrestre arboladura,

con una fe en cada temblor de esos pulmones bajo el pecho,

con un claro fervor en los caminos de la vida humana.

En esto está además el desafío,

pues cada día trae su propio laberinto,

su fruto y su raíz, su barro fresco

en el que debemos recrear el universo entero.

Si es juntos es mejor, lo sabe el agua

que gota a gota cae hasta dar forma a la cascada,

lo saben los ladrillos que se agrupan

para alzar la pared de aquel palacio o de la casa,

lo mismo las semillas que recorren

los campos dejando su recuerdo

para que florezcan felices las abejas.

Y es obvio, ya esto saben, no requieren

que nadie les descifre el gran misterio,

nosotros, los pequeños, sí olvidamos

el sitio que nos dio la propia vida

y a veces, alejados de nosotros

y de ella, nos perdemos en abismos,

en nada terrenal, en simple vida,

un día tras el otro soterrados,

una noche tras otra sin hallarnos en la estrella.

Por eso escribo aquí, probablemente errado,

sobre lo que yo sé o lo que intuyo,

mi mano es una más de las que alientan,

la ofrezco en mi lugar, la periferia es este sitio,

el resto palpitar para hacer pleno el noble viaje,

el resto descubrir la identidad de estas verdades

y en ellas palpitar alegremente

hacia la plenitud, la fe, el amor, la verdadera vida.

 

http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/

 

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