LauraU

Dos palomas blancas

Sentado estaba con su abrigo y su bufanda en un banco de la plaza.

 Aquella plaza donde había jugado  en su niñez.

Recuerda como se  deslizaba sobre el  tobogán y se hamacaba tratando  de tocar el cielo con la punta de sus pies.

Saltaba sobre las hojas secas caídas en el otoño.

Un otoño frio y sombrío como este.

Era feliz.

 Ahora, mientras el viento alborotaba sus cabellos blancos, pensaba en sus hijos que ya crecieron, en su amada que ya partió y en la compañía de su querido perro.

Él le  calentaba los pies bajo las frazadas y era un excelente oyente.

 Amaba a su perro!

A pesar que sus hijos lo visitaban con frecuencia se sentía bastante  solo.

Por las noches en su cálido hogar le faltaban las voces del pasado, las risas, el aroma de una sopa exquisita, como solía preparar su mujer, con el quesito derretido y los pedacitos de pan, las peleas con sus hijos por haber llegado tarde después de bailar, los besos al despertar y antes de ir a dormir…incontables cosas.

 Se hallaba rodeado de recuerdos, fotos y cuadros.

 De pronto una paloma color blanco inmaculado atrajo  su atención, brillaba en la penumbra. Hacía mucho frio.

Se sentó a su lado sin ningún temor y lo observo.

Ella estaba inmóvil como una estatua.

Parecía escuchar  detenidamente sus pensamientos…

 Metió la mano en su bolsillo y saco un trozo de pan que le había quedado y lo apoyo en el banco.

Ella despaciosamente se acerco y lo empezó a comer.

 El viento soplaba suavemente y hacia un remolino con las hojas que habían  caído  al suelo, era como si danzaran.

Él, las miraba y recordaba a su mujer bailando al ritmo de la música mientras limpiaba los muebles con su plumero, y sonrió.

Las veces que ella lo invito a bailar y él se negaba. Ocupado estaba…

En su juventud trabajo duro, muy duro. Nunca quiso que faltara nada a su familia.

Su esposa y sus hijos vestían con las mejores ropas, calzaban los mejores zapatos y comida nunca faltó. Recorrieron el mundo, cines y espectáculos en cada oportunidad.

Se sentía orgulloso por eso.

Sin embargo notaba siempre una tristeza en los ojos de su mujer que al preguntarle, ella siempre respondía: son solo ideas tuyas amor mío.

Amó a su mujer, pero en muy pocas ocasiones se lo dijo. Hubiera querido haber dándole más besos, más caricias pero distante se mantenía.

Fue educado así. Era señal de debilidad mostrar los sentimientos.

Ahora, ya era tarde para ella.

Volvió su mirada a la paloma que todavía seguía inmóvil. Ya había terminado el pan.

Ella lo miro como agradeciéndole y tomo su vuelo.

 Miro su reloj y pensó que pronto  oscurecerá y le sería difícil ver el camino.

Entonces comenzó su regreso  a casa.

Al llegar su viejo amigo lo recibió con alegría.

Encendió la estufa, vistió su piyama y calentó la comida. Guiso de lentejas…

Le dio de comer al perro y se sentó a cenar.

Al terminar lavó su plato y se dirigió a su cama junto con su amado perro.

Encendió el velador y tapadito hasta el pecho con su fiel amigo en sus pies cogió su libro y empezó a leer.

Poco a poco sintió el peso de sus cansados ojos y estos se cerraron por última vez…

 

Ven hijo, no llores. Entra.

Han quedado aquí algunas cosas que a tu abuelo le hubiera gustado que guardes.

Aquí esta su libro y su reloj. Yo llevare la comida del perro. Su fiel amigo vivirá con nosotros ahora.

 Papi! Mira! en la ventana!

Que has visto mi pequeño?

Dos palomas blancas inmaculadas, inmóviles como estatuas…

 

 

© Reservados todos los derechos de autor  conforme a la ley  vigente