Miyagui yuyatsi

Algo de narrativa, algo de todo...

 

  





Dedicado a “More” la última de su especie.

 



Ya era tarde-22:45- y todavía no llegaba.

»Lo último que te diré es que si para cuando regreses te encuentro casada y con hijos. ¿Qué hacemos?

 


La fecha marca el final de una conversación que en ocasiones suele durar… en realidad nunca dura demasiado ¡Por suerte!
Como decía mi amiga “Clyo”: Padawan, la vida es lo que pasa mientras esperas a que te contesten un mensaje. (Sé que la frase es trillada pero si estás leyendo esto, “Clyo”, llámame rápido)

Aquel día llovía, y eso fue raro. Empezando con mi diabólico ritual de autocompasión: encendí un cigarrillo y empecé a releer antiguas conversaciones del chat. Acostado y con mi laptop de acompañante, leía el último mensaje enviado junto con el visto de recibido.
Podría haberme pasado toda la noche imaginando las lágrimas, sonrisa o el coraje de Amelia, mientras –probablemente-caminaba a su apartamento, acompañada de su pareja- o qué sé yo- de tesis que la acababa de invitar al cine, a la playa o algún motel, cuando su móvil vibró con mi mensaje.  
Como les decía: podría haberme pasado toda la noche atormentándome con Amelia pero a mitad del martirio escuché sonar el timbre. Y adivinen quien era. Sí. Era ella.
 

Entiende que han pasado más de dos años para volverme a enamorar. Lo sé, claro qué lo sé. ¿Crees que no recuerdo lo que te decía? Por primera vez en tu vida ponte en mi lugar. Por favor, no empieces. Pues, aunque no lo creas, a ella le gusta la música de Nino Rota y lee endemoniadamente a Nietzsche. Ya sé que no me lo has preguntado. Sí, mejor nada de preguntas.  Que cómo la conocí, ¿Qué dijimos? Nada de preguntas. Ah, ¿piensas que me olvidé de la promesa?  Pero de qué promesa me hablas, tú nunca me aseguraste nada. La última palabra es la que cuenta ¿no? ¡Nada que ver! Tú eres la que vivía recalcándome eso a cada rato. Cómo que se parece a ti, si ni siquiera la conoces. ¡No me digas! Ahora supones que me enredé con tu amiguita del curso de inglés. Madura por favor, ya no tenemos 17 años. 

Desperté. -7:06am-.
Sus últimas palabras: “no me pudiste esperar un año más” todavía las sentía aun cuando me duchaba. No sé si era una afirmación, o era una de sus típicas preguntas para buscar que me sintiera mal. Aunque en realidad, ya no importaba, por lo menos hoy: era noche buena y seguramente la familia se reuniría a recordar que todavía éramos familia.
Lo complicado del día iba a ser ingresar a una tienda abarrotada de individuos que ni en lo más recóndito de su estúpida mente sabrían elegir qué perfume le gustaría recibir al viejo que llaman papá, que en realidad no es tan viejo ni papá; o cuál es la talla del brasier de la novia que –sé- encontró hace poco con el fin de presentarla a la familia y así disipar las típicas conversaciones del: ¿todavía no se ha casado? Uy, eso me huele raro. Si vez, yo siempre te he dicho que tu hijo es algo rarito. ¿A qué te refieres con rarito? No es nada personal Carlos pero…  bueno, en mi caso lo último no se aplicaba-¿o sí?-. Yo me sentía identificado con el grupo de los que no podían llegar con las manos vacías al intercambio de regalos. Tenía que demostrarle a ese conjunto de hipócritas que me estaba yendo mejor que todos ellos juntos.

Salí temprano.-7:45am-.
En el trayecto a la tienda revisé y reenvié absurdas cadenas de mensajes. Sentí la misma hipocresía por la que había cambiado hace tiempo el buen llamado espíritu navideño.
El lugar estaba como me lo imaginaba: minifaldas navideñas, guardias armados y vendedores de agua vestidos de Papá Noel.
En primer lugar, tenía que comprarme mis regalos, me los merecía. Estacionando el auto-8:35am- encendí la radio. La mayoría de emisoras sonaban del asco. Para esta fecha, la espiritualidad suele esparcirse como gripe en escuela pública. Recuerdo que de pequeño, en la iglesia- que mis padres me obligaban a asistir-, hacíamos una ronda y cada uno pasaba y daba un abrazo hermano por hermano, hasta que se terminaba la ronda, ¡como detestaba eso!
»¿Te acuerdas lo que hicimos la última navidad?
Le escribí un mensaje a Amelia, decidido a que sería el último de tantos que le enviaba desde siempre.
Al rato mi teléfono vibró con un mensaje, y salí del auto. -9:08am-.

El ascensor estaba vacío cuando entré. Siete niveles desde el parqueadero hasta el piso tecnológico. Recién llevaba 2 niveles cuando el ascensor abrió sus puertas, y adivinen quien entró, sí, no era ella.     
Con gafas oscuras y con un fuerte olor a licor, un tipo regordete ingresó con un fuerte “Felices pascuas compadre”. Acto seguido intentó abrazarme. Lo empujé fuertemente de regreso, y la puerta lentamente se fue cerrando. ¡Y estuvo a punto señores! No faltaba casi nada para cerrarse, pero unas uñas grises se interpusieron en la acción. 
Una señora arrugada, me observó con una de esas miradas que dicen: “¡Hoy te mueres maldecido!”
Joven, me dijo- ¿dónde está su educación? Por personas como usted es que la sociedad está como está. Una sociedad mediocre, llena de vagos y mantenidos.
Un adolescente con cara de nerd y uniforme de “boy scout”, tímidamente ayudó a entrar al gordo que había empezado cantar villancicos.
La puerta se cerró y el niño bien le dijo a la vieja: ¡Por gusto lo trajimos!
La vieja arreglándose las canas frente al espejo le gritó: ¿Y qué querías que haga? ¿Tú tienes dinero? ¿Tú tienes tarjetas? 
La puerta se volvió a abrir-nivel 3- y una hermosa dama, con unos grandiosos pechos apareció. A sus pies, dos infantes con cara de haber salido de casa a punta de palo la miraban resentidos.
La puerta se cerró y la monumental dama manifestó su desagrado hacia mi “compadre” con una encantadora mueca. Enseguida la vieja empezó a golpear con su puño la espalda del gordo diciéndole: “¡Ya cállate, eso, cállate! Ya bastante vergüenza nomás es haberte traído”.
Mi “compadre”, copió el mensaje, y mágicamente se transformó en una estatua apestosa.
Un silencio incomodo dominó el ambiente por 2 o 3 segundos hasta que la puerta se volvió a abrir –nivel 5- y 3 colegialas con caras de expertas en el aparato reproductor masculino aparecieron.  Al parecer la más experta, la más flaca, la que llevaba un globo en forma de corazón. Al entrar –descaradamente- me pisó los pies. ¡Ya era el colmo! Y estuve “casi” a punto de putearla o algo parecido, pero el infante, supongo que el más pequeño empezó, a lloriquear. ¡Yo también quiero un globo, yo también quiero un globo! Por primera vez en mi vida creí en la existencia de la fe, y sentí que la flaca con piercing en la ceja le cedería amablemente el globo al chiquillo. ¡Al carajo la fe!
La deliciosa señora salió–nivel 6-seguida por sus dos enanos.
Un veterano vestido con una parada “dolce & gabbana” ingresó, seguido por una mujer vestida de negro y biblia en mano. Reconocí al tipo. A los años lo volvía a ver.
Segundos después la puerta se abrió por última vez-para mí- y una pancarta de ofertas nos dio la bienvenida.
Las 3 colegialas se abrieron paso empujando al veterano; hipócritamente les cedí la salida. El veterano playboy salió presuroso, seguido por mi compadre quien era ayudado por el niño nerd, y la mirada asesina de la vieja.
Y yo, yo estuve a punto de salir del maldito ascensor pero el veterano se interpuso en mi huida; y empujándome hacia dentro, aplastó el primer botón que encontró a su espalda y la puerta se cerró lentamente.
-¡Son ellos, son ellos! Sus ojos estaban desorbitados y sus dientes empezaron a chillar.
-¿Quién chucha son ellos? Dame permiso, viejo marica que aquí me bajo.
Ya para esto, el ascensor iba descendiendo.
-¡No! Lloriqueó. Ellos no respetan nada ni a nadie. Dispararán a quemarropa.
-Y a mí que chucha me importa. Yo salgo porque salgo.
-Hijo deberás pasar por encima mio, pero yo, no te dejaré salir-.
-Entonces voy a llamar a la policía-.
-¡No lo hagas por favor! Puede ser peligroso. El viejo literalmente lloraba, lloraba –quizás- mucho más que el niño suplicante por el globo.
-Joven haga caso y quédese quieto. La señora con biblia en mano me habló discretamente.
-¡Cállese usted, no se meta vieja loca!-.
Sin mirarme de frente, la hermanita con voz de evangelista me dijo:
Mida sus palabras joven, que le puede ir mal.
Y ahora, aparte de pastora te crees profetiza, vieja tronera de… y me contuve.
Resignado pensé: o este es un excelente actor -de un programa de cámara escondida- o la cosa va en serio.
El segundo pensamiento me paralizó justo cuando la puerta se abría de nuevo en el primer nivel.
Sentí miedo. -Corre- me dijo el viejo.
Y corría a la par de él pero 3 detonaciones estallaron a mis espaldas. Tirándome al suelo escuché un golpe seco. Miré para atrás y el veterano yacía inerte en la calzada. Cerciorándome que nadie estaba cerca, me saqué los guantes de lana y los metí en una bolsa que la pastora me pasó.
-¿Desde cuando usas guantes de látex?
Le sonreí, y volteé el cuerpo del veterano. Que herido de muerte, se asfixiaba al respirar.
-Así que es duro de matar este hijueputa. Encárgate de é”.
Y sacando mi Glock 18 le di el tiro de gracia.
Sacando su móvil, la pastora añadió: el expreso ya viene en camino.
Un “Nissan sentra” con vidrios ahumados no tardó en llegar. Estacionándose, la puerta de la cajuela se abrió y dejando el cuerpo asegurado subimos de prisa al auto. -9:13am-.
-Ya es hora de que dejes de tomar. Uno de estos días, nos vas a matar a todos por culpa de tu vicio.
Mi “compadre” al volante me guiñó el ojo por el espejo retrovisor.
-¿Y qué hiciste con la insoportable de tu mujer? preguntó la pastora.
-La dejé con mis tarjetas, y por mi lado se va a la mierda, Este año se acaba todo.
- No estarás pensando en… no pude terminar la frase porque mi “compadre” empezó a reírse, quizás como nunca en su vida.
-Solo había pensado en divorciarme, pero, Daniel, no está nada mal la idea.
Salimos del parqueadero. En el trayecto me entregaron un maletín y la notificación que había surgido un problema con la desconexión de una cámara, pero no era de preocuparse, pues, aparentemente, nadie salía expuesto.
Y de mi auto quien se encarga, pregunté a la pastora antes de salir del Nissan.
-Cristina ya lo tiene, me dijo que iba a pasar dejando a los bebes en la guardería, y de ahí te lo iba a dejar. No te olvides Daniel de entregarle su parte. ¡Completa por favor! Y cuidado con ella ¡Eh! Y alzándose los pechos con sus manos, se despidió con una sonrisa.
 Llegando a mi piso-9: 54 am- me esperaba Clyo, todavía acostada en la cama.
-¿Qué tal te fue mi amor?-.
-Nunca más salgo a comprar en esta fecha, la tienda estuvo abarrotada de idiotas. Pero mira lo que te traje; señalándole el maletín saqué 2 cajas envueltas en papel regalo y las puse en la cabecera de su cama. Tirándome un beso volado, Clyo intentó seguir durmiendo.
Afuera llovía y eso era raro. Entré al baño y me quité toda la ropa, sumergiéndola en una lavacara con lejía. Me duché pensando en el problema con la cámara. Si algo pasaba, Ramón era el culpable.
Saliendo, encendí el computador y abrí el Facebook. Un minúsculo signo me indicó que había leído absolutamente todo.
Mientras me vestía me detuve a pensar en lo afortunado que era con Clyo y en el engaño constante en el que ella vivía. Hasta este año dura todo, pensé, mientras salía rumbo a la cocina.
Preparándome el café escuché sonar el timbre.
¿Y adivinen quién era? -10:49am-.
Me miró, al parecer más sorprendida que yo. Las fotos no mentían, había cambiado demasiado.
-Acabaron de matar a mi tío, Daniel, tú qué sabes al respecto.
-¿Es enserio?  ¡No lo puedo creer! Tampoco puedo creer que estés aquí. Qué pasó. ¡Cuéntame!
-Lo acaban de encontrar flotando en el estero. ¡Desnudo Daniel, desnudo! y lloró. 
-Mi más sentido pésame Amelia, enserio, lo siento mucho. Y bueno ¿cuándo es que llegaste? 
-Hace poco-.
Las pupilas de Amelia hervían en odio ajustándose fácilmente a sus labios ortopédicos.
-Y bueno Daniel, estoy esperando a que me digas algo. ¡Mírame! ¿En verdad tú no tienes algo que ver en el asunto?-
- Amelia, tú sabes que perdí contacto con tu tío casi al mismo tiempo que te fuiste. Hace poco escuché que falló un atentado para él perpetuado por unas “polillas” del norte que lo cargaban bajo amenaza. Según me dijeron: él había pateado al “Negro Jessie” con un embarco y tú-más que nadie-sabes cómo son estos negocios.
- Ay Daniel, y me miró triste: tú sabes que a él lo quería como a un padre. Te acuerdas quién fue el qué arreglo el lio judicial de mis viejos cuando tuvieron que salir del país. Él. ¿Sí te acuerdas? Ahora lo dudo. A pesar de que tú me decías que era un loco desadaptado, él aceptó nuestra relación. Todavía recuerdo sus palabras aquella nochebuena de hace ya algunos años. Él, refiriéndose a ti decía: “es un buen chico, no seas dura. Anda, yo sé que tú quieres ir”.  
Al parecer Daniel, tú, todavía vives en el pasado. Pero si crees que estoy equivocada, tienes todo el derecho en corregirme-. Y me miró, similar a aquella ocasión en que mi familia, cansada, nos dejó solos aquella vez junto al árbol de navidad.
Y empezó a recorrer la sala con su mirada. Y sonreía-demasiado para ser un sueño-.
Y señalando una foto de Clyo me dijo: ¿Así que por esta me cambiaste?
-En primer lugar yo no te cambié-.
Y no me dejó terminar de decir lo que por tantos años había esperado decirle si la veía de nuevo.
-Mira, me dijo: necesito que te olvides de todo lo qué pasó entre nosotros.
Ok?-.
-¿Y tú que hiciste para lograr eso?
-Hice lo que nadie hace: esperar-. Y sonrió como si sabía que nunca la había esperado.
Acercándose lentamente a la ventana se detuvo y me dijo: “Feliz Navidad Daniel”. Y me apuntó con un arma.
-¡Espera! ¿Qué carajo vas a hacer? Tú estás loca.
-¿Qué pasa mi amor? Clyo preguntó desde el cuarto. -10:58pm-.
-Nada mi vida. Tú prima está al teléfono y dice que no va poder llegar más tarde a la reunión, sigue durmiendo nomas.
 -Por si acaso Daniel, ¿recuerdas qué fue lo que hicimos la última navidad?-  
-Ya no me acuerdo, mentí.
-Daniel, Danielito. Al parecer, todavía veo que no has aprendido a mentir. Sabes, quizás esa fue la principal razón por la que te amé. Y también por la que te dejé de amar-.
Y ajustó el silenciador al arma.
-A ver, le dije: no vayas a hacer ninguna estupidez, cálmate, y guarda esa arma por favor.
Y empezó a apuntar las sombras cubistas que producía la cortina. Sombras que llegaban con agua y venganza a mis pies. 
Sabes-le dije- creo que ya me acordé que pasó ese día, pero prométeme que vas a bajar el arma. ¿Ok?
Bueno, si no me equivoco llegaste a mi casa como a la hora de la cena, creo que me encontraba escribiendo. En realidad estaba escribiéndote. Sí. Escribía el cuento que te prometí, y me disculpo si todavía no te lo he hecho llegar. En realidad la reunión estuvo de lo más aburrida, tú sabes, pero después, cuando todos se fueron a dormir…
-¡Detente! me gritó. No es por nada Daniel, pero creo que esto me va a doler más que la muerte de mi tío.
Las lágrimas instintivamente empezaron a regar mi rostro, e intenté suplicar piedad justo cuando ella rastrillaba el arma.
Respóndeme tú le grité. Tú sí recuerdas lo que hicimos la última navidad.
 Y sin mirarme a la cara asintió con la cabeza y con una dulce voz me dijo: “Culear Daniel, culear”. Y disparó. -11:05am-.



La puerta entreabierta dejó entrar a la voz de Cristina: “Daniel, muchacho de porra, mis papás te están esperando para la cena, deja de escribir y baja de una vez.
¿Ya llegó Amelia? pregunté.
-Acaba de llegar. En realidad no entiendo como esa chiquilla pudo pararte bola. Pero por ahí me dijeron que en unos días se la llevan a España. ¿Es verdad?-.
Y la risa de mi hermana mayor se perdió escalera abajo junto a los villancicos que sonaban a todo volumen en la tv.

 -23:37-.


Fin.


 

Miyagui Yuyatsi