Darío Ernesto

Poema a un adolescente

 

Poema;  A  un adolescente

 

La huella  que  me dejas en mi alma cuando te miro

es un camino de recuerdos,

en algún costado de la calle.

Te asemejas  a flores silvestres, inmaculadas y tersas

Serpenteante  bordeada de manzanillas.

  me crees un barco inmenso, lleno de sabiduría

Mientras  yo solo soy  tu tierra donde aferras tus hermosas raíces

 joven  que fuiste un  retoño, un  pequeño entre mis fuertes brazos.

Me imaginas un elevado monte difícil de escalar

Si supieras que soy tu valle, germinando  a tu merced.

Contigo

me amalgamé  en suspiros,

Me aferré a ti como el oxido en los viejos puentes

Haciéndome  a tus rieles, fuerza y  paciencia.

Clavado allí en ese  sitio, allí lejano y centenario

Como las viejas cadenas, en los añejos muelles.

Un joven quizás también he sido, lo fui para los carnales,

Cohabitaron en mí

 ser compañero, hasta en la muerte

Sabiéndome  amigo, del viejo anciano,  escuchando sus historias

de una viejo amor, que le arrancó la muerte.

 Del vagabundo perro olvidado en alguna plaza,

Decir  que soñé tus mismos sueños

Un nuevo pantalón y  una camisa esperando a los  reyes magos

O quizás  la tía más amada te regale tan solo un piropo,

O la vecina  que  se parece a la   madre,

¡Oh mi niño, mi adolescente mi espejo!

Soltar alguna que otra lágrima,

por sentirte herido  fácilmente,

Ofendido por un amor no correspondido.

Muchacho  algo indeciso, que revoloteas  con gracia y elegancia

Como un pichón que esta  practicando su vuelo,

Migrarás  una mañana, una tarde, en tu estación,

Traerás a tu nido pichones,

¡Tantos sueños!

Cuanto silencio en las palabras, empañando mis ojos

Que lloran  en aguacero, bendiciendo tus brotes,

Dejarte a rienda suelta, bendecirte mi Ángel  infinito,

Que riamos juntos a la vida, ser  ese fijo recuerdo

Cuando  halla partido

es todo cuánto anhelo.

Te hiciste con  mi abrazo, de un fugaz encuentro

Con la morena y bella madre

Que pario mi sueño,

Empero creciste, fuerte como  crecen los quebrachos

Siendo mi vejez  indeclinable, se tuercen poco a poco ya mis  gajos,

Como la parra que sus ramas  encorva, acunando a verdes jóvenes racimos.

Se  vence la mirada, cuando se hace distante.

Tengo un mundo  de ilusiones, un baúl  de abrazos  y besos

Niño sin rumbo fijo, un hombre hecho a semejanza de tutor  y  sangre

Un poeta  breve, como tus pocos años

Adolescente de mi alma, no quiebres tu fe en mil pedazos

Cuando te desalientes,

así lo dijo en proverbios

Un viejo milenario, todo en esta vida tiene solución,

Menos la muerte.

 

Darío Ernesto Muñoz  Sosa

Autor: Argentina