Hugo Emilio Ocanto

Bellos ojos (Poema) Grabado

Cuando te conocí, 

en ese preciso instante

me enamoré de tus ojos.

Nos presentaron en una

reunión familiar

de unos íntimos amigos nuestros.

Inolvidable noche.

Tan feliz lo pasé,

que cortas me parecieron

las horas que juntos estuvimos.

Bailamos hasta muy tarde.

Y aunque jóvenes éramos

terminamos rendidos.

Te acompañé hasta tu casa.

Vivías con tu madre.

Charlamos un largo rato,

muy bajito, para que tu madre

no se despertara.

Sentimos una atracción

mutua, fue muy evidente.

Quedamos en encontrarnos

al día siguiente.

Tú me fallaste.

Te esperé casi un par de horas,

y no llegaste.

Lo tomé con naturalidad

pensando que habrías tenido

algún inconveniente

en hacerte presente a la cita.

Siempre suelen suceder imprevistos...

Lo acepté con gran resignación.

Soy un ser que acepto

lo que el destino me otorga.

Antes no era así,

todo lo contrario.

Uno suele cambiar en la vida,

a veces para bien,

otras para mal.

Mi cambio fue para bien.

Esa fue mi sensación.

Me sentía más dócil.

Pensaba llegarme hasta tu casa.

No lo hice.

Me fui a la mía.

Me puse a leer un libro.

\"He de amarte hasta la muerte\"

era su título.

Una interesante novela de amor.

Me atrapó la personalidad

de esa pareja, que lucharon

por todo y contra todos.

Para lograr un amor

que era imposible.

Pero después...

No. No quiero recordar su final.

Fue muy triste.

Venció el amor.

Pero con un desgarrador final...

Esa noche terminé de leer

el libro .Dormí,

y a la mañana siguiente,

amanecí con el libro

en mis manos...

Me levanté con un fuerte dolor de cabeza.

No es muy común en mí

ese malestar...

Es día domingo.

Tengo por costumbre ir a misa.

Me cambié para hacerlo.

Fui, me senté justo en los

últimos asientos.

Llegó el momento 

del sagrado cuerpo de Cristo.

Hice la respectiva fila

para comulgar. Y allí

te divisé entre los que estaban

delante de mí.

Te seguí con mi mirada,

hasta el lugar

en el cual te arrodillaste.

Después de comulgar,

me dirigí hasta tu asiento,

y me senté al lado tuyo.

Nos miramos. Estabas muy concentrada

en tu oración, pero me divisaste

y ambos sonreímos.

Terminó la misa.

Tenías lágrimas en tus ojos.

Caminamos juntos...

Me dijiste que en un par de días

te operarían los ojos.

Quedé impactado.

Me dijiste que habías estado ausente

en nuestra cita, porque no te sentías bien.

Te acompañé hasta tu casa.

Me hiciste pasar, me presentaste

a tu madre.

Amorosa ella.

Me invitaron a almorzar

y encantado acepté.

Tú eras una mujer libre,

un hombre libre era yo.

Te operaron. Recuperaste

perfectamente tu vista.

Tus ojos se veían

mucho más hermosos

que cuando te conocí.

Y allí comenzó nuestro gran

idilio de amor...

Derechos reservados de autor (Hugo Emilio Ocanto -11/12(2013)