Juan de Marsilio

Ladrido

          Insomnio. Tamaña noche.
Me encojo en la inmensidad.
¿Es miedo por ser tan chico 
o solamente humildad?
En la noche de la duda, 
¿con qué me podré alumbrar?
Pienso. Por lo tanto existo.
Eso da para empezar.
Afuera, solo en la noche, 
escucho un perro ladrar.
Ladra. Por lo tanto existe.
En eso estamos igual.
¿Ladrará o me lo imagino?
¿Será un perro de verdad 
o un sonido que me invento 
por no poder soportar 
la idea de que allá afuera 
no haya nada en realidad?
Pero hay otra alternativa 
que asusta bastante más:
¿y si soy nomás el sueño 
de un perro en la oscuridad?
Quiera ese Dios bondadoso 
con el que suelo soñar 
dormirme de un golpe seco: 
mañana hay que trabajar.