Raúl Daniel

Veinticuatro de mayo

Día veinticuatro de mayo,

hoy es el aniversario,

se están cumpliendo cinco años,

en el frío de la barra

el hielo canta en el vaso,

mientras el whisky golpea

en tus entrañas, quemando.

 

Nadie ve que estás llorando,

cada uno con su caso:

La prostituta que ríe,

en abierto desparpajo,

mientras su mano, en el cliente,

sabia, hace su trabajo.

 

El barman, indiferente,

preparando sus brebajes,

pensando sólo en billetes,

sin importarse de nadie;

es viernes y son las siete,

su jornada está empezando

y va llegando la gente...

 

Rápido tomas lo tuyo

y al ventanal te diriges,

buscando menos barullo;

las luces artificiales

que al ocaso le ganaron,

reflejadas en el suelo

van rodando hasta el asfalto,

donde explotan, en los charcos,

cuando las pisan los autos...

 

Es veinticuatro de mayo,

(ese día la sepultaron...)

En la mesa, acodado,

te quedas mirando un rato

a las siluetas que pasan,

emponchadas por el frío,

techadas por los paraguas,

todas apurando el paso,

mientras el viento y la lluvia

y los transportes urbanos,

las obligan a piruetas

y movimientos de brazos,

con las que en tu imaginación construyes

figuras de espantapájaros...

 

También aquél fue un día de lluvia,

el de hace cinco años,

cuando con tu mano alzaste

tierra casi hecha barro

y la arrojaste al foso,

donde enterraban tu alma...

 

El chillido de la puerta,

que al entrar un parroquiano

hizo rotar tu mirada,

también te trajo el recuerdo

de la puerta de tu casa,

donde vivías con ella,

la que se llevó tu alma,

la que siempre te pedía

que los goznes lubricaras,

la que te dio cuatro hijos,

todos hechos en la cama:

 

José, María, Raquel

y la pequeña Ana,

¡qué bueno fue verlos crecer

y acompañarlos...

cuánto tuvieron que hacer

hasta verlos bien casados!;

pero se dieron el gusto:

¡cómo la disfrutaste

mientras estuvo a tu lado!

 

Los faros, que te encandilan

por un momento, cual flashes,

te recordaron la fiesta

de su último cumpleaños:

cuarenta y siete cumplía

ese día de febrero,

y estaba como engripada,

pero igual se divirtieron

(y hasta “lo hicieron” de yapa)...

 

Las fotos se las diste a Ana,

 y a María los regalos,

la cámara a José

y el vestido a Raquel,

todos están amargados,

¡ninguno quiere aceptarlo!

 

... Pero tienen sus familias,

sus hijos y sus trabajos...

tú eres el único solo

y desde ayer ¡jubilado!

... Ahora bebes otro trago,

mientras le miras los ojos

que te guiñan tiernamente

desde el fondo de vidrio

que está temblando en tu mano.

 

Quisieras hallar valor

para apurar el reencuentro

si es que existe un “Más Allá”,

porque lo que es acá

¡sólo te espera el tormento

de no poderla olvidar!

 

Después de ese gran amor

nadie te puede llenar,

ni siquiera lo intentaste,

así nomás te quedaste

¡y así te piensas quedar!

(si no fuera por los hijos,

tal vez te podrías matar).

 

 Alguien colocó la ficha

y se escucha una guarania,

un poco paró la lluvia,

uno (que pidió una caña)

tiene un acceso de tos,

tú miras en el reloj

que se encuentra en la pared

y piensas que se hace tarde

... y crees escuchar su voz

que te dice: - “Viejo, es tarde”.

 

(Pero: tarde... ¿Para qué?)