Gustavo Martinez Deschamps

ESTE-AQUEL

Surcando entre páginas de letras vivas,

u otras como ánimas,

un hombre que pasó su vida,

sin buscar de la misma una tormentosa huida,

por contemplar en sí, quienes lo veían como guarida;

los dioses/el bien y el mal,

miles de perspectivas,

entre lo puro y lo banal,

entre las rosas y sus espinas,

entre el amor de un inmortal,

y  cicatrices por heridas.

 

El mismo que nunca dejo de obrar,

por el pan que merecía su boca,

porque vio en la realidad,

la inspiración sobre  imaginaciones no rotas,

y se mantuvo colgado de las nubes,

sin desafirmar en tierra sus botas,

en un camino de trazo en pluma,

como captar la lluvia a cuenta gotas.

Y  sus pupila de garra floreció,

en la belleza universal que nos azota.

 

Un hombre, que a veces sufre de hambre

y sueña con aventuras, que escasean en la locura,

que preña todas sus musas, en la cara oscura de la luna,

y se blande en las pasiones,

si, suele tener contradicciones,

un burlón de desamores que consuelan sus temores,

en infames tentaciones que inhorarias se abalanzan,

sin espejos en la casa,

sin modelos de vivir, sin filtrase entre las masas,

porque el mismo en fe se abrasa,

se procura inquirir, por la exactitud escasa,

en repudio a  las mordazas.

 

Un hombre rústicamente coloreado,

sobre un vil peludo trazo,

burdamente personificado,

con brazos de cartón mojado,

que así mismo esculpo con el tiempo,

un carácter de tornado,

una bestia cerrera que se esfuma como el polvo en viento,

el cual purga y va sembrando,

con caricias y amedrento.