Lissi

REMEMBRANZAS PARA MI HERMANO ANTONIO (prosa)

Dos años después de mi nacimiento llegaste con la bendición de San Antonio y la tierra recién humedecida por la lluvia estacional que empezaba a alimentar el suelo del pueblo, donde hemos vivido un poco más de medio centenar de años.  A nuestro abuelo Teódulo, debió agradarle mucho tu venida a este mundo porque siempre te llamó Toñito.  Quizá pensó que heredarías su gusto por los animales de granja y todo lo relacionado con ello.  No se equivocó, formaste tu hogar en el  lugar que ocupaba la casona familiar donde vivimos nuestra infancia y parte de la adolescencia. 

 

 

En el mismo corral donde disfrutamos tantas veces el vaso con leche al pie de la vaca y jugábamos en aquella carreta grande bajo el upay florido cobijas tus propios animalitos domésticos que vas criando para la alimentación, aunque algunas veces te  duele verlos en una bandeja porque te encariñas tanto con cada uno de ellos. 

 

 

Todos esos recuerdos bonitos de la infancia que compartimos al igual que el amoroso vientre de mamá Chusita –la rosa más bonita-, quiero hacértelos partícipe a través de estas remembranzas. 

 

 

Juntos haremos este viaje a nuestros años inocentes en los que caminabas descalzo y disfrutabas de un rico chapuzón en las aguas del río.  No se bien de tus andanzas entre las matas de tomate, melones, sandías y berenjenas, pero si te recuerdo con el sombrerito aquel, tus paseos a caballo; tu destreza con el triciclo y la bicicleta al igual que tus juegos con el carrito de batman, la escopeta de dardos; el capirucho de morro y el trompo de madera tallados por las manos de papá Juilo; quizá en alguna ocasión hasta fabricaste barriletes para volarlos en la loma o en el cementerio; competías también por los cincos y hacías zumbar el chajalele al igual que el avioncito de palma y olote. 

 

 

Cuánto cariño debió infundirnos la familia, porque cuando te zambulliste en la poza de los encuentros (entre los ríos El Tambor y el Motagua), no dudé en ningún momento ir en tu búsqueda al darme cuenta que casi te ahogas y yo sin poder nadar, apenas chapoteaba en el mismo lugar sin avanzar…nos hubiésemos perdido los dos.  Como experto conocedor del campo siempre despejabas mi camino de chichicastes, tunos y arbustos espinosos a nuestro paso por Huijó, cuando decidíamos acortar el camino que nos llevaba a casa el fin de semana luego de permanecer en la capital iniciando estudios universitarios.

 

 

Eres capaz de admirar no solo la belleza de las rosas, el cantar de las chicharras, el chapoteo de las gotas de lluvia, el trino de los pájaros o el color del arcoíris; la espiga de la milpa que se convierte en elote o la sabrosura del zapote, el mango que madura sino también el marañón que mancha la mejor vestidura; el clarinero que despierta la mañana y el   perro fiel que acaricia tus manos mientras mueve su cola.   Así es tu sencillez, carisma y don de servicio, cualidades con las que vas ganando múltiples amistades. 

 

Mirna Lissett