Alejandrina

GORBEA

 

 

Lejana,

tan lejana te has quedado

en  tu vértigo de cerezas… ¡dádivas rojas ¡

con tu lenguaje puro de semillas y hortalizas,

en tus lámparas de resina

arde todo el trigo del sur, ¡granero antiguo ¡

 

¡Ah perla de río! pequeña ciudad mía

allá vas lejana , lejana...

con tu velo de nieblas matutinas,

besando el oleaje cereal

alba ofrenda de mesas y retablos,

otras veces mansa y obediente

como un rebaño de ovejas,

bajo la cadensiosa lluvia sureña.


Volveré,

a tus domingos poblados  de campanas

de ruegos a la virgen y mateadas en la plaza,

¡hay un murmullo celestes de rosarios!


Desde tu pecho nacen polvorientos senderos

que corretean todos  los cerros,

van y vienen trayendo la humildad, 

del queso, el sudor bajo la azada

y la nobleza del campesino de entonces,

que es gente de mí gente.


A mi orilla de sal, a veces 

viene un urco de ojos sangrados

mordisqueando ciruelas

y en mi ventana canta para mi,

largas nostalgias

de encinas y ganado, me habla,

de la luminosa piel de las castañas.

 

En el extremo sur de mi cuerda plateada,

llora la sidra en las manzanas de la  infancia

y me ata al polvo de tus profundas piedras

génesis de mis cansados huesos.


Alejandrina.