¡OH!/ no insultéis á la mujer que cae,
no sabemos qué peso la agobió,
y no sabemos cuánto tiempo el hambre
hiciera en vano vacilar su honor.
¿Quién no ha visto mujeres extenuadas
asirse largo tiempo á la virtud,
y el viento resistir de la desgracia
y moribundas combatir aún,
Cual la gota de agua que en la punta
de una hoja hace el viento estremecer;
y el árbol la sacude, y tiembla, y lucha,
perla antes de caer, fango después?
Empero puede su esplendor primero
esa gota brillante recobrar;
puede salir dejando polvo seco,
que el agua pura en ese fango está.
Dejad amar a la mujer caída,
dejad al fango que le dé calor,
porque todo en el mundo resucita
con los rayos de amor ó los del sol.