a. santas

domingo sangriento

pase a las diez y lo vi aposentado,

con sus dos guripas tomando cafe.

subi la cuesta, busqué su cuarto

yací con ella, me vacié.

a mi regreso estaba el mismo

tanque de odio al patrullar,

dio media vuelta, con la farola,

otra vez, niña, a reposar.

no hay gasolina, balas de plomo

mas bien escasas, ordenes hay,

a quien seguian tantos guripas,

de esos que dicen la nacional.

era por principe, calle vacía,

domingo frío, faros no sé

si alumbraban ya su verdad.

el dia seis, iban dos ciegos

tuertos de un ojo a atropellar,

y no protestes, que eso es pecado,

la dictadura del manda más.

casi se llevan a un indigente,

el indigente quiso gritar,

alguien le dijo:callate hombre,

que tienen ordenes de matar.

la poli lleva sus coches viejos

hacia el desguace por fin irán,

esos asientos con tanta guerra,

y las protestas, que sientan mal.

navidades blancas, y negras noches,

no sale el mismo al patrullar,

el mismo coche, y en la farola

una pareja deja mirar,

 se dan un beso, y dos abrazos,

las galerías, tabú, no hay mas,

cargamos droga en plena puerta,

con la receta del buen doctor,

una pastilla, seguimos pasos,

casi nos lleva un coche más,

aparcan solos en la farola,

esperan algo, a alguien más,

mas su venganza se lleva a cabo,

las balas salen ya por atrás.

un coche blanco, un muerto rojo,

un muerto negro, no importa ya.