Lissi

BAJO LA SOMBRA DE LA BUGAMBILIA XII

Luego de algunos años, Elena se anima contarle a Emilio el misterio de la bugambilia, así quizá la armonía en la casa sea plena y se acaben de una vez las ideas infundadas, sobre la sombra que acompaña la dedicación que ella ha puesto en la planta.  Aprovechó una tarde bastante calurosa, pues sabía  Elena que a él le gustaba descansar en la hamaca cuando apremiaba el calor.  Regó con agua de azahares el piso de barro para refrescar el ambiente y hacerlo más agradable, ella acercó una silla de cuero hasta donde él se encontraba y le preguntó si podían conversar un momento. –¿Qué tienes que decirme? –le dice Emilio extrañado.  -Voy a decirle de una vez cómo obtuve la bugambilia- dijo  Elena muy nerviosa.  -Adelante, te escucho ya no quiero seguir imaginándome cosas, porque ni el resedo logró secarla, así que algo muy bueno tendrá para que no la afecte todo cuánto yo haya hecho para deshacerme de ella.

 

 

Hasta ese momento Elena se dio cuenta que quien había hecho algunos cortes en el tallo y arrojado ceniza caliente alrededor, había sido él.  Haciendo a un lado el disgusto que le provocó la confesión de los atropellos a la planta, empezó a narrar cómo la había obtenido.  Le dijo: -como a mí me gustaba coser, empecé a confeccionar mi vestido de novia porque ya había llegado una carta a la casa solicitando mi mano, mi hermano José al verme sentada frente a la máquina me dijo, que yo no me casaría con ese hombre.  En ese momento guardé el vestido a medio hacer y lloré mucho porque otras personas estaban decidiendo sobre mi futuro.  Pero tiempo después una muchacha del pueblo me buscó para que le cosiera su vestido, ya que pronto se casaría.  Le comenté que tenía uno casi por terminar, se lo mostré y quedó encantada con el vestido.  Le tomé las medidas y lo ajusté a su figura; en ese momento pensé que si no iba a lucirlo yo,  al menos otra persona podría ser feliz.

 

 

Mientras Elena recordaba esos detalles ciertas imágenes pasaron por su mente, las cartas del enamorado que no obtenían respuesta y luego una dirigida a ella misma donde le decía que se marchaba del pueblo para poder hacer fortuna y ser un digno aspirante de su mano.  Lo vio cuando se alejaba sin esperanza, en ese momento ella cerró todas sus posibilidades de casarse.

 

 

Emilio se sentó y se dispuso a escucharle cuánto tenía que decirle.  Elena continuó explicándole que como el dinero escaseaba en la casa, ella le dio a su madre una parte de lo que obtuvo por la venta del vestido y el resto lo utilizó para comprar algo que le hiciera olvidar su pena; pensó en adquirir una cotorrita pero esos animales son muy hablantines y podría repetir cuánta cosa Elena dijera.  Recorrió el mercado en búsqueda de ese consuelo, y fue allí donde vio la planta con apenas un par de ramitas y un mechoncito de flores.  El vendedor hablaba de las características de la planta, que era muy resistente, duradera, se adaptaba bien a los climas cálidos y florecía mucho.  Explicaba que las florecitas eran esas pequeñas que salían de las hojas con color y que atraía a los pajaritos más pequeños, incluso que tenía ciertas propiedades medicinales por lo que Elena se decidió a comprarla.  Esta planta se decía Elena -no solo alegrará la casa sino que será fuerte como yo, aliviará mis tristezas y se convertirá en mi compañera a donde el destino me lleve, le cuidaré y podré platicarle mis secretos, angustias y alegrías sin temor a que nadie sepa lo que pienso y siento. 

 

 

Fue quizá en esa visita al mercado que Emilio la vio y deseó que ella fuera la esposa que le acompañaría durante el resto de su vida.  Porque fue precisamente a partir del día en que ella sembró la planta en casa de sus padres que empezaron a llegar otras cartas pidiéndola en matrimonio.  Elena se resistía porque no conocía al pretendiente, pero su hermano José insistía e insistía; habló a sus padres sobre la conveniencia del matrimonio porque Emilio era un señor viudo con algunas propiedades y que hasta podría aliviar  la situación económica en la que vivían.  El pronto se iría a la capital y no quería dejar desamparados a sus padres, sus otros hermanos eran muy soñadores y la única que tenía la fortaleza y sus acciones bien encaminadas era Elena, ella debía sacrificarse por el bienestar de toda la familia.  Fue así como Emilio llegó a su casa, sus padres le concedieron su mano, el compromiso matrimonial se efectuctuó al término de la primavera.

 

 

Emilio se disculpó por tantos pensamientos negativos y  agradeció a Elena por su paciencia y buena voluntad para que la relación de ellos fuera armoniosa, aunque no viera en sus ojos la chispa del amor.  A partir de entonces el zarzo que sostenía a ambas plantas fue mejorado, cada una recibió su poda y agua del pozo para que su crecimiento fuera frondoso, esas dos plantas entrelazadas serían una manifestación de su cariño por todo lo que les rodeaba y sobre todo el símbolo de perseverancia por formar una familia donde reinara el respeto.

 

Continúa...