Antoniocas

EL ABUELO

El abuelo enseñó sus recuerdos

Y nosotros no reconocimos sus glorias.

Evocó sus hazañas y no levantamos sus alas,

nos dispuso en pleno sus memorias y escondimos nuestros rostros,

quiso tomarnos de las manos y sumergirnos en su mundo mágico,

pero no, miramos sus arrugas y las manchas talladas de su piel de celofán  e ignoramos,

asentimos, pero sin valor, sin fuerza y él lo notó,

discurrió los horizontes, escarbó con cierta prisa, sus papeles viejos, teñidos de tiempo, para tratar de inventar como emocionarnos, como llorar con nosotros, o reír, tal su recuento.

 

Dirigió sus ojos para pegarlos a los nuestros y preñarnos de su ilusión,

pero no encontró respuesta, estaban tan turbios los nuestros que no percibieron su encanto.

Ven abuelo mécenos entre tus dulces melodías,

nos interesan tus himnos y tus voces de aliento.

 

Ven abuelo discurre tus estampas matizadas de polvo

y gocémonos en tu artilugio del tiempo.

Quita el calzado de tus pies eternos

y que aún ellos nos cuenten de los surcos que abrieron,

no importa que palpiten, que se discurran de miedo,

hay amor en nuestra alma para perfumar su ruego.

 

Y si, marcaste la esencia de nuestro existir, ¡vales abuelo!

¡Y si, hay una insignia de valor en tu pecho!

Hay fuerza en tus huellas  y poder de verbo,

Y un día cuando las estrellas absorban tu silueta,

no dolerá porque aquí te llevaremos dentro…