Lo que daría yo por ver que hay en su mente
en esos tiempos en su casa, sola con su almohada
pensando quizás en donde, quien o cuando,
pensando en si es querida, amada… o tal vez odiada.
Pensará en los lúgubres besos que nunca le di?
En las dulces palabras tal vez, que me di el gusto de callar
solo para preguntarme después si fue virtud o pura cobardía,
lo cierto es que prefiero la agonía, a esa cruda y seca verdad.
Me imagina ella en sus sueños, cuando yo me la imagino?
Llorará igual su almohada, cuando llora la mía desconsolada?
Caerán gotas de sal de sus pupilas, como lo hacen las mías al acabarse los suspiros?
Temblarán sus blancos huesos, como tiemblan los míos con su mirada?
Lo que me duele es remitirme por siempre a la ignorancia,
a escuchar solo el callar de su consciencia y palabras mudas
que descansan tibias y desnudas en mi pecho, esperando
un beso, algún abrazo, tan siquiera un gesto… aunque fuese de locura.