Murialdo Chicaiza

Al Maestro Serrat

Tú que me descubriste al vagabundo

que siempre quise ser

que provocaste querer morder

alguna piel de manzana

querer atajar la realidad

entre lumbre y vino.

 

Una canción para cada átomo de vida

titiritero, me amarraste

con hilos invisibles con tu afinado bisturí

a tu ritmo universal:

por ti conocí princesas de barrio

bellas en el metro

burócratas regando flores de plástico.

Niños que alucinan en el carrusel

madres que huelen a tomillo.

 

Que emigrar es otra forma

de escapar de la muerte.

Bendito trovador gracias

por tu bendita música

por enseñarme a amar

aquellas pequeñas cosas

por desenmascararnos

a los macarras de la moral

que dan de comer a las palomas

a aquellos tipejos con los cuales

tenemos algo personal.

 

Y hemos llegado a viejos

y entendemos que la muerte

solo es no haber sabido vivir

no haber denunciado las calamidades:

un Mediterráneo que ha muerto

un bosque que ya no es

un rio que ya no canta.

 

Pero aún nos aferramos a la utopía

aquella liebre libre que se nos escapa

que tal vez Marx no ha muerto

que está vivo y no enterrado

que la despensa nos espera.

Porque los poetas no mueren

que solo cruzan fronteras

que los caminos están por hacerse.