Marellia

Fragancias de ternura y sosiego...cuento parte 1

  

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Nunca existió nada  establecido entre nosotros, no había  reloj ni calendario que agregara  notas  de las citas, simplemente ocurría, como un ritual, o quizás un rosario repetido de memoria.

Su paso obligatorio por la vereda que da a la ventana desde donde la observaba, levantaba el rostro y sonreía. Un rato más tarde, yo tocaba  timbre y ella abría la puerta.

Sin palabras me tomaba de la mano y conducía al dormitorio donde me recibía en una cama espartana, tendida de espaldas. Su cuerpo era púber  muy a pesar de estar rondando la treintena. Magro, fibroso, elástico. Parecía un resorte siempre a punto de saltar.

Su pecho plano donde se asomaban unos pezones minúsculos, no era un paisaje que me dejara boquiabierto, pero estaba ahí al alcance de mi mano, al roce, al tacto de mis dedos, siempre abierta siempre dispuesta.

Algo de ella me asombraba y resultaba para mí admirable: se desnudaba  sin ocultar ni un centímetro de su escuálido cuerpo, desafiante, altanera. Se quitaba una a una las prendas, sin provocarme, pero retándome con sus ojos, y yo no podía quitar los míos de ella. Una vez desnuda y siguiendo un argumento aprendido, comenzaba a sacarme la ropa.  Invariablemente comenzaba  por los zapatos y desde ahí continuaba hasta tenerme como Adán en el paraíso. Luego su boca, su lengua y dientes repetían el mismo camino: arriba, abajo, desde los pies hasta la frente, pasando por mi montículo ya a esta altura, hinchado y a punto de explotar.

Casi sin palabras, llegábamos al punto culminante.  Encaramada sobre mi estandarte, arqueaba su espalda y de las fibras más íntimas daba un grito, su garganta se fragmentaba en ecos  que me hacían estremecer y convulsionar dentro de ella.

Luego quedaba tendida en mi pecho como una muñeca.  Descuartizada, laxa, su respiración agitada amenazaba con dejar escapar el corazón en un soplido.  Metódicamente realizaba   cinco inspiraciones y exhalaciones profundas, acompañadas de la retención correspondiente del aire dentro de los pulmones. Luego me besaba en los labios donde su lengua juguetona me sorbía como un helado y se retiraba dejándome a la intemperie, sin el abrigo de su largo y revoltoso cabello.

Aquella noche fue la repetición de la misma película ya vista en estos casi cinco años que compartimos sexo. Escuchar  en el baño caer el agua sobre su cuerpo,  imaginarla frotando su piel con una esponja vegetal, tres minutos de ducha, su salida de baño de un color indefinido que no sé cómo se llama y luego contemplarla sentada frente al espejo mientras trenzaba su pelo, negro azabache como ala de cuervo.

...continua