Oscar Perez

Dudas fundadas

Dudas fundadas

 

¿Habrá en el cielo salida de emergencia,

alarma contra incendios, rompa el vidrio en caso de?

Me pregunto si habrá en el cielo un nuevo cielo,

para ángeles cansados o muertos por sorpresa,

para santos suicidas ante el pesar de nuestro mundo,

para incautos turistas ajenos al prodigio,

para viejos amantes de alas ya pesadas u olvidadas,

para jóvenes heroicos sin temor al otro lado.

Me pregunto si habrá algún nuevo cielo entre nosotros,

socorriendo en nuestra pena, alentando en nuestra calma

o impávido, cual tú o cualquier hijo de vecino,

ante las paletadas del mar en cada ocaso o primavera.

¿O es otro plano, ajeno a cruz, vinagre y lanza

y a los que aquí quedamos, deudos y dolidos,

apabullando la fe con dudas insaciables,

aparentando paz mientras la hoguera

del dolor y del silencio nos lo quema todo,

alimentando la ilusión en la esperanza sin respuestas?

Me pregunto si oirán mis oraciones los abuelos,

les llegará mi súplica, descenderán al ruego

o es sólo viento esto que me hincha todo el pecho,

cada vez que madura mi corazón lleno de espinas.

¿Será de soledad su territorio

o infinito también será el banquete con los suyos,

la mutua invocación de quienes tanto se ama

y que sin más por qué dejan la mesa sin regreso?

¿O no tendrán autorizado recordar al que les ama

e incluso habrá paredes herméticas al grito,

el suyo, el nuestro, el del llamado, el de la nada?

Bueno, les dirán, el cielo es este,

aquí la eternidad lo es todo siempre,

olvídense de abajo, ya no vale la pena

llorar por la vida o por la muerte derramada,

no es distinto el infierno, tan sólo que aquí arriba

la calefacción funciona, la aureola no se paga

y el tiempo sin piedad no pide cuentas ni proyectos.

Me pregunto si hay más cielo tras el cielo,

o es sólo eternidad, las alas, el banquete,

sin ningún porvenir de redención o fruto,

sin la amenaza de ningún más allá en que te tramiten,

simplemente un andén sin trenes ni ramales,

una marea azul en que dormirse es el camino.

Si es así no me voy sin los puños apretados,

sin patear como el mar la orilla en la que asisto

al rito del amor, ventana y polvo

por donde lanzaré mi sangre hecha pedazos

y un hilo de sudor que de la pista del ultraje.

Dejo constancia de mi cédula y mis caries,

reconocerán por ellas mi entrada al laberinto.

 

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