Oscar Perez

El abrazo

El abrazo

 

A veces creo que no somos nada,

por suerte a veces, porque el resto

del tiempo juraría que no somos nada.

Y no es lamentación, es que nos miro,

más pequeños que hormiga en el gentío,

más absurdos que el árbol que talamos

para después irnos en él y preguntando

cómo fue que tan rápido nos metieron a esa caja.

Tan ávidos de obrar sin detenernos

a darle algún sentido a esta rapiña,

a este afán de conquistar un nuevo mundo,

de enviar hasta Plutón nuestras naves y problemas,

de ahondar en cada célula el secreto que nos falta,

sin poder ni mirar de frente las verdades

que ya todos conocemos, pues las hemos merecido.

Tan tristes de enjuiciar la vida ajena,

sin darnos el rigor de perdonar las culpas propias,

tan pálidos de sol, por preferir vagar en sombras,

y luego lamentar el mal tostado de la muerte,

tan ínfimos, al fin, en este ínfimo planeta,

no menos armonioso que la galaxia en que se mece,

no menos portentoso que el arenal de nuestros huesos,

donde los sueños brotan y las lágrimas y el fuego.

Tan míseros de estar con la riqueza suficiente

para albergar al mundo y en cambio acapararla,

dejar apenas luz para el tugurio y sus millones,

dejar apenas pan para la infancia abandonada,

negar hasta el amor, que mientras más lo entregas mayor se hace.

¿Y todo para qué? ¿Para salvarnos?

Si nada has de salvar cuando te acuesten en la fosa,

si nada ha de servir cuando la bomba al fin explote

y caigan como caen ya los niños muertos de hambre,

y caigan como caen ya los pueblos explotados,

y caigan como caen ya las lágrimas inútiles,

mentando a un redentor que estuvo siempre aquí en nosotros,

pidiéndonos perdón, cuando seguimos con el crimen,

con la usura, la opresión, la alienación de nuestra especie

y ese falso corazón que se hace piedra cuando nadie mira.

Por eso a veces creo que no somos nada,

a veces, cuando entiendo que merecemos serlo todo,

amigos, soñadores, trabajadores de un buen tiempo,

hermanos sin final y hasta del légamo y sus fieras,

humanos sin opción en la misión de hacernos dignos,

de amar este lugar y por lo mismo hacerlo justo,

cuidarlo, amamantarlo de nuestros más tiernos empeños

y hacerlo revivir para así honrar nuestro destino.

Por suerte es sólo a veces, porque el resto

del tiempo juraría que no somos nada.

Y nada somos, la verdad, por eso canto,

porque sé que de la nada en que nacemos

aún nos queda por misión salvar el mundo y a nosotros

y ser por fin felices cual promete

 la vida apenas nos recibe con su abrazo más fecundo.

 

http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/

 

28 10 13