RICARDO ALVAREZ

ESTE SENTIMIENTO QUE NOS HABITA

 

 

Este oscuro día

no distingue

la mañana de la tarde.

ni los sombríos minutos

que perdimos llamándonos culpables.

Inútiles palabras que

murmuramos sin ritmo

masticadas en las fauces.

Lenguas vivas nos ahogaron

sórdidas en el cauce de algún rio.

 

Este oscuro día

trajo manos de lejanía,

muerte atemporal que revivió escombros

de árboles que dormían

en las pestañas de nuestro asombro.

Pestañas de ambrosía en

una comarca de tesoros

donde la luz peregrina

iluminaba los ardientes ojos.

Más nos perdimos en duros adjetivos,

en verbos del pasado,

en dispararnos donde hace daño

una balacera de lastimo fónico.

Íbamos bajo la sombra como fugitivos

secuestrando flores al camino

Entrando a viejas cuevas aislantes,

separados en dos islas exiliadas.

Cada uno en su refugio planeaba

la batalla cotidiana con odioso albedrío

 

La puerta era salida

 al borde del peñasco

en la frecuencia de un diálogo

 con palabras de cadalso.

Las rosas encendidas

nos vieron desintegrarnos

en hojarasca de cenizas,

de tanto apurar la prisa

en la velocidad que nos amamos.

Abandonamos la porción de las manos

en las minucias de antiguos paños.

Simbolizamos sueños nupciales

en una larga hilera de diarias caretas,

Disputábamos la conquista de la palabra

dejando un hueco de vacios besos,

ignorando un futuro anticipado

que nos sentó en sillas de clavos.

Fuimos muñecos de vendavales

que postergamos caricias amantes

con la intención de sentenciar al culpable.

Pero la longitud de este oscuro día

trae de su mano una primicia...

Destruyamos ese amor anacoreta

con el sentimiento mutuo que nos habita.

 

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