RICARDO ALVAREZ

CUANDO LOS LABIOS RECUERDAN - ROSTROS - EN ECO ME NOMBRAS

CUANDO LOS LABIOS RECUERDAN

 

 

Ramas y árboles se agitan

en la intemperie de la ventana,

como una marea tempestuosa

que arremolina voces que gritan.

Como todos los vientos

que vienen a golpear los cristales,

sus pómulos tienen el color del ropaje

con que se viste tu sangre.

Hay pájaros temblantes sobre tu vientre y

por todo el cuerpo calor de fogosas corolas

que mis palmas sienten.

Por mi boca hablan las aves con melódico trino

Cuando a tu país de pechos lo voy cercando y

mientras los gallos del alba arman su canto

voy libando tu dieta de manzanos.

En tanto el cuerpo estalla por dentro

y el continente de mis márgenes

intenta suspirar por tu boca,

mas los labios alpinistas se anclan

en el pico de los montes.

Este es su hombre pronuncia la gaviota

que emerge del crepúsculo.

Es vano que te tape el horizonte

porque llevo tus ojos en las páginas de mi memoria

y te voy amando desde las cúspides

hasta los aromas planetarios grabados en tus manos.

El amanecer le devuelve a tu rostro de agua serena

una vela con frescor de almendras.

Yo te voy nombrando reina al imperio del alabastro y

te honro en la noche cuando los labios recuerdan.

 

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ROSTROS

 

 

El hombre repite su rito de antaño y

evoca una confluencia de nombres ajenos.

Su alma dibuja un control desvariado,

en el espejismo del rio enumera los años.

El plano vidrio lastima sus espejos

y se tiñe una nube con dedos en su entrecejo.

Va dejando su nombre y sus sueños al lavabo y

el agua le devuelve miles de rostros que ha olvidado.

 

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EN ECO ME NOMBRAS

 

 

Eres el umbral de mi descanso

La morada eterna de mi reposo

Una hoja de palmera dátil en medio de la avenida y el caos.

Un semáforo descontrolado y teñido.

porque vuelvo de la comarca de tu abrazo

Con mi sombra vestida de blanco.

La oscuridad desliza suave el piso del olvido,

con los patines argentos

del basural encendido de los recuerdos calcinados.

 

Regreso sin fatigas de ti y

las agonías sanadas en tu regazo de corteza y

tu brazo de algodón es mi cuna de arrope.

Embellecido regresa mi cutis

con la miel de estío que derramas,

la feronoma rociando gotas en mi axila viril,

con brillo tan atractivo que los silbidos me rodean en la calle.

De mi linfa sangre al continente de tu turgencia,

una amnesia de goce, y

los terrores hundidos del camino transitado.

Sepultada mi penumbra ante tu risa de desvelo, y

 en el trecho hallo siempre

tu rostro con mis rasgos grises derrotados

Como el hongo infecto abatido en la cremosa luz del sol

abrazado al roto espejo de los ocasos,

donde brazo y reflejo

caen al precipicio de los olvidos sin memoria

De la penumbra solitaria regresé,

compañera y amante mujer

Con un mínimo átomo de tu brisa oxigenada

Inflado mi pecho como vientre de bandoneón.

Como si tu soplo de aire viniese de un campo eólico y

 aspas nuevas enmarañadas en copula,

entre una ventisca gigante y un maremoto vengativo, y

 la Dama de los ojos ciegos y ecuánimes llevase tu nombre.

De mis labios partidos en grieta ya no recuerdo ni el cacao

Entonces me bastan

los cándidos silencios y tu voz de palabra callada

Es suficiente para mi “sujeto” de andar transitado y

como enviciado carrousell

retorno a tus labios de afecto creciente.

Con mi antigua epidermis de corteza ya quemada,

mi nueva piel con tu boca de esquela estampada y

tus tibios labios que no dejan de nombrarme en eco.