Adriana Gilces

CRESPÚSCULO

¡Quién diría! Que quizás por un error,

o alguna casulidad del destino

que por simple curiosidad o atrevimiento,

o un ligero desvelo repentino.

¡Quién diría! que esto se convertiría en un sentimiento recíproco,

en una amistad tan grande, 

en un anhelo del destino.

Porque simplemente usted, 

su entrega amigable,

su corazón sincero,

su alma noble,

su actitud cálida,

en fin... todos esos pequeños detalles,

que al paso de tan grandes hechos 

se convirtieron en los eslabones perfectos,

para armar una escalera.

Y si... una escalera sin fin; 

pues me atrevería a decir 

que este sentimiento no conocerá el ocaso; 

no se reconciliará con los límites, 

no besará la penumbra.

Y... quiero decirle a usted,

que acepto los TERMINOS Y CONDICIONES de este contrato infinito

que esta amistad que apenas ve el crepúsculo,

no llegará a conocer la puesta del sol.

Quizás estas líneas no lleven a su corazón 

la totalidad de estos sentimientos,

quizás estas rimas, no signifiquen ni siquiera 

la primera parte, 

pero hay algo de lo que estoy completamente segura; 

y es: 

QUE ESTOS SERAN UNOS VERSOS CORTOS 

DEDICADOS A UNA AMISTAD TAN GRANDE.