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TIERRAS FRÍAS -EL ALTIPLANO-(relato 9 de \"UNA PLUMA VIAJERA\")

 


Ante las curiosas preguntas sobre ¿dónde cultivan las flores bellas que adornan la iglesia, dónde hacen los ponchos (sábanas gruesas de lana) que usamos al final del año, dónde viven las ovejas, dónde se reflejan mejor las estrellas, y…?  La “Pluma Viajera” y su familia deciden emprender un viaje a tierras frías, en medio  de volcanes, lagos y montañas nubosas para encontrar las respuestas a todas ellas.  Inician la aventura por sinuosas carreteras a bordo de la “Meregilda”, su camionetilla azul y blanco.  Se detienen a observar el mosaico de gladiolas, rosas, crisantemos, claveles y jazmines bellamente cultivados cual alfombras multicolores de Semana Santa.  Habían llegado a San Juan Sacatepéquez.


Adelante en su recorrido ven el primer sitio arqueológico de la zona, Iximché, la ciudad de los kaqchikeles y la primera capital de la colonia.  Luego la algarabía del mercado de artesanías en Chichicastenango, antesala del reino indígena Quiché, mostraba ante una antiquísima iglesia su historia tejida en hermosos lienzos. Una vez sus oídos escuchan el sonido del “tun y la chirimía”, en su potente “Meregilda” hacen un giro hacia el lugar donde sus asombrados ojos se deleitan con el bello lago de Atitlán, en Sololá. Allí se reflejan no sólo las estrellas sino los imponentes volcanes que cuidan el territorio desde lejos.


A medida que avanzan la temperatura va bajando hasta hacerles tiritar del frío, momento que aprovechan para jugar con las ovejas  negras y blancas que pastaban en Zunil.  Al caer la noche la luna de plata les invita a saborear el caldo de frutas en Quetzaltenango, la “Europa de América”.  Para finalizar su recorrido lleno de historia  y colorido se detienen en Totonicapán, visitan sus famosos riscos y observan de primera mano la elaboración de los tibios ponchos de lana, otra de las inquietudes resueltas.  Con la música de marimba resonando en sus recuerdos retornan a su cálido territorio y la pluma viajera con la tinta multicolor atrapada en sus pupilas, escribirá que en las tierras frías se guarda el color del sol en sus telares y huipiles.



©Mirna Lissett