Lissi

RÍO DULCE Y SU FORTALEZA COLONIAL (relato 6 de \"UNA PLUMA VIAJERA\")

 

Con sus once años cumplidos, la “pluma viajera” estudiaba la geografía  de su país y en largas disertaciones su profesor exponía sobre los ríos que lo recorrían por todos los puntos cardinales. - Este país tiene agua a raudales pensaba ella-.  Por su pueblo corría uno muy largo y otros de menor longitud por comunidades cercanas, a veces en el verano observaba que se secaban un poco y no era necesaria la canoa para cruzar a la otra orilla.  Pero, existía un río que le inquietaba y deseaba conocer, Río Dulce, en la vertiente de las Antillas decía su cuaderno de apuntes. 


¿Qué le atraía tanto de ese río? Un antiquísimo castillo que protegió al caribe de la invasión pirata y algunos bucaneros.  Allí podría encontrar quizá la tinta verde para perpetuar palabras y  pegarlas como la hiedra a los muros de piedra, para despertar la conciencia.   ¡Sí, alertar a su mundo sobre los bienes de la naturaleza, que codiciaban tantos extranjeros!


Un buen día su padre, nuevamente reúne a las familias de sus hermanas y en una lancha recorren parte del río para visitar el histórico Castillo de San Felipe de Lara, un fuerte de la época colonial, apostado en un lugar estratégico.  En su recorrido acuático sus ojos se llenan con la selva tropical, había mucha tinta verde en diversas tonalidades, por ello le llamaron “la Costa de Jade”.  Las aves  sobrevolaban la embarcación, planeaban cerca del agua en búsqueda de peces que abundaban para satisfacer a cada una su ración.


Un edén para muchos visitantes y pobladores que se contagian con el ritmo garífuna de Livingston en la desembocadura del río.  Para la “pluma viajera”, no sólo fue un sueño cumplido sino el haber podido admirar de cerca la riqueza natural que sus crayones de colores pintaban con emoción sobre el mapa  dibujado en el papel, que bien pudo provenir de las maderas de una selva tropical que poco a poco va disminuyendo.

Mirna Lissett