Miyagui yuyatsi

Entrevista

 

 

 

 

 

 

 

No pienso en los detalles.

Toma un esfero, ráyate la lengua.

Es normal decir palabrotas          

cuando los aplausos se los lleva la vecina

que se prostituía en la 18

y ahora es religiosa

en una escuela laica:

donde estudian tus hijos

-que no son tuyos-

que son como la brea

del saldo que se gasta como espermatozoides

en un plástico de chocolate

económico como el hotel

en que te deshaces comentando

que te va bien.

 

 

No escribas los detalles.

Toma un espejo, finge leerlo.

Es normal llorar

como familia creyente

en los micros del gobierno

que se empeña en sacar a tu hermana

del mierdero de pastillas

que escribe en los diarios

-hipócritamente-

como los que te preguntan:

como te va, sabiendo que el nódulo

ha crecido en tus genitales

que se rehace escribiendo dedicatoria barata

de las que compras por un cigarrillo

que te regalan en prisión.

 

 

No vivas los detalles:

calcula y laméntate.

Es normal orar después del sexo

como el aula en que todos cogían

venéreas azucaradas

con la secretaria

que salió en la web

que se arañó los labios

cuando lamio el escroto

de un blog con tiempo

para planchar sostenes

con la levedad asquerosa

de un cáncer terminal.

 

 

No escuches los detalles.

Escucha a mi tía.  Vuélvete loco.

-Es normal hacer hijos de vez en cuando-.

Como mi gata con su adicción

a la coca que donaban las monjas

samaritanas de vientre

incircuncisas de bolsillo

que rezaban  temiendo

al voyeur del barrio

que donaba las fotos

a la Unicef.

 

 

Después de todo, siéntete miserable.

Algún día contaras todo a tus nietos

-que no son tus nietos-.